2020 Oct 30 Corrupción y desigualdad social: sendas de la antidemocracia. María José Fariñas Dulce.
El artículo describe las relaciones ambiguas entre el poder económico y el Estado, y analiza cómo el discurso anticorrupción puede ser usado para ocultar prácticas de corrupción política, que seguirán impunes en perpetuación de un sistema corrompido. Además, relaciona la desigualdad social a la corrupción por el poder económico, desde un punto de vista crítico, mostrando que la corrupción no impide el crecimiento económico, pero sí profundiza la desigualdad social, capturando las personas en un círculo vicioso que genera la pérdida de la cultura de lo común, lo colectivo, lo público, comprometiendo de esta manera a las democracias liberales.
- Introducción: a modo de definición
En las últimas décadas se habla constantemente de corrupción hasta convertir este término en una referencia permanente del imaginario social y del debate político que, en ocasiones, llega a ser bastante inquietante. No es algo nuevo, pero ahora parece que se presenta como un mal endémico de la democracia liberal y de su estructuración en partidos políticos tradicionales. Por ello, la lucha contra la corrupción se ha convertido en muchos países en el eje central de la disputa política y/o electoral e, incluso, en el leitmotiv de las nuevas estrategias de lawfare o guerra jurídica (Fariñas Dulce, 2018), como antes lo fue la lucha contra el narcotráfico o contra el terrorismo.
En este sentido, Boito Júnior (2017: 9-10) presenta la corrupción como una ideología, rectius una creación ideológica del estado capitalista. Al final, ¿quiénes definen lo que es público y lo que es privado? En el régimen capitalista, el capital tiene el poder económico para convertir lo público en privado, como también para pervertir lo público, lo que verdaderamente se puede llamar corrupción. Sin embargo, el Banco Mundial hasta hoy preconiza un concepto ideológico de corrupción, como “el abuso de un cargo público para obtener beneficios privados” que, según la entidad, “abarca una amplia gama de comportamientos que van desde el soborno hasta el hurto de fondos públicos”. Pero, esta definición pasa de largo al entender la corrupción como un hecho originado desde el poder económico. Por eso, es importante superar el abordaje de la corrupción desde lo público y hacerlo desde su génesis, en lo privado, esto es, en un poder económico corruptor.
El lawfare, que se desarrolla en la disputa política y/o electoral de muchos países, es solventado desde la financiación privada que defiende los intereses de los que, se pretende, sean vencedores. Este mecanismo perverso opera mediante la aniquilación del ex adverso, categorizándolo como enemigo y corrupto. El discurso ideológico de la corrupción esconde la corrupción política que pone en riesgo a las democracias, como será explicado más adelante.