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2024 Ene 15 El flautista de Palacio. Denise Dresser.

Todos corriendo detrás de él. Todos atentos a cada paso, a cada gesto, a cada nota que toca. Embelesados o enfurecidos, no importa.

Como el flautista de Hamelin, Andrés Manuel López Obrador tiene la capacidad de imponer la música de nuestros tiempos, y lograr que tanto sus seguidores como sus detractores acaben corriendo detrás de él.

Aunque las canciones que toca sean disonantes o destructivas, atrapan la atención. Y de pronto, la opinión pública se vuelca hacia el nuevo anuncio, la próxima propuesta disparatada o inviable.

Tal y como está ocurriendo ahora, con las reformas que el Presidente presentará el 5 de febrero. El flautista al que se le aplaude porque logra sacar a las ratas de pueblo, cuando en realidad —cuenta la leyenda— también se roba a los niños que acaban desapareciendo.

La esperanza de futuro se evapora como en el cuento de los Hermanos Grimm. Porque en la correlación de fuerzas actuales dentro del Poder Legislativo, ninguna de sus reformas prosperará. No tiene ni los votos ni la voluntad de la oposición y lo sabe.

Pero su estrategia no busca propiciar el debate o la deliberación o la votación de iniciativas anunciadas. Su objetivo no es transformar o componer, sino movilizar y distraer.

Al Presidente no lo anima un deseo honesto de encarar los problemas del Poder Judicial, o propiciar un sistema de retiro digno y viable, o tocar al INE para que las elecciones sean más libres, más justas y más competitivas, o pensar con seriedad una red de transporte ferroviario.

Lo suyo no es profundizar en los motivos o las consecuencias de la política pública. Lo suyo es movilizar para ganar. Atizar agravios para producir votos. Hacer propuestas polarizantes o desahuciadas para luego denostar a la oposición por oponerse a ellas.

AMLO no se percibe a sí mismo como un servidor público con responsabilidades fiduciarias. Es un político cualquiera que amasa poder y manipula para conservarlo. Haciendo creer que la injusticia cotidiana padecida por millones de mexicanos —como la prisión preventiva oficiosa— será resuelta con la elección popular de jueces, ministros y magistrados.

Haciendo pensar que el Estado mexicano tiene la capacidad de otorgar el 100 por ciento de la pensión a quien se jubile con la ley de 1997, sin que eso quiebre las finanzas públicas. Engañando a la población sobre la viabilidad y necesidad de una red ferroviaria, tan solo porque se le ocurrió.

Mintiéndole a la opinión pública sobre los méritos de desaparecer al INE como lo conocemos, para crear otra institución al servicio de Morena. En tema tras tema, el Presidente simplifica y engaña y tergiversa con un solo afán. Que le crean a él, que apoyen a la mujer que él seleccionó para sucederlo, que voten por “el segundo piso” de la Transformación, aunque sus cimientos sean tan endebles como los de la Línea 12.

De cara a la elección de 2024, AMLO necesita otra gran narrativa, otra gran tonada, tocada por su flauta fantasiosa. Los errores de 70 años del PRIAN no se pueden componer en solo un sexenio, dirá el músico de Morena. Hemos construido los cimientos de la transformación, pero le faltan tramos, insistirá el flautista palaciego para que corran detrás de él y de Claudia.

Así continuará con la melodía de la mendacidad, distrayendo del sonido de las balas, o los sollozos de las madres de los desaparecidos, o los reclamos de periodistas que lo confrontan —documentos en mano— sobre la república mafiosa que pervive bajo su mandato.

Los saldos del sexenio, en blanco y negro, en las notas musicales plasmadas sobre la partitura que AMLO ignora. Los datos duros que la sinfonía del saqueo y la seducción autoritaria elude.

Los 170 mil muertos que el gobierno minimiza, los más de 113 mil desaparecidos que la autoridad niega, las 9 de 10 ciudades del mundo en territorio nacional que AMLO deja arder, los 17 periodistas asesinados en 2022, los 72 activistas ultimados por defender el medio ambiente, olvidados.

Más los datos de la debacle en salud y en educación. Más el impacto antidemocrático de la militarización. Más la capacidad institucional del Estado, mermada y encogida.

El recuento de daños rebasa este texto y no se compensa con la disminución temporal de la pobreza. El costo de andar por la senda hacia un país peor ha sido muy alto. Y sólo aumentará si México continúa siguiendo, somnolientamente, al fatuo flautista de Palacio Nacional.— Ciudad de México.

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Tomado de: Diario de Yucatán