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2024 Ene 22 La impostura democrática. Cecilia Soto.

Mi solidaridad con la familia de Jesús Reyes Heroles González Garza, quien tanto aportó a México.
En su cierre de campaña, Claudia Sheinbaum estrenó un discurso prodemocracia. Sólo que, como la cabra jala p’al monte, no pudo evitar afirmar que “ellos (la oposición) son herederos de Iturbide, de Santa Anna, de Porfirio Díaz”, violando así la primera regla de una contienda democrática: reconocer la legitimidad del adversario. No podía ser de otra manera: su Pigmalión pone el ejemplo y ella lo sigue.

Prácticamente todo el discurso refleja el inmenso impacto de la polarización impuesta por la campaña opositora y muy especialmente del magnífico discurso de cierre de campaña de Xóchitl Gálvez. Sheinbaum intenta un discurso prodemocracia porque la oposición ha logrado transmitir —con la gran ayuda del Presidente de la República— que en esta elección se juegan los frágiles avances democráticos logrados en las últimas décadas. Algunos dicen “democracia o dictadura”; el actual gobierno no es una dictadura, pero sí un régimen autoritario militarista con ganas de quedarse muchas décadas en el poder, al estilo Venezuela.

Volveré a tocar el tema de democracia, pero antes vale la pena hacer notar una ausencia sintomática. Los otros dos sujetos del discurso de Sheinbaum con los que intenta contrarrestar el efecto del de Xóchitl Gálvez son los valores de vida y libertad. Sí, vida y libertad. Dijo Xóchitl en su cierre: “Me he encontrado una crisis profunda y dolorosa. Una crisis que está destruyendo el alma de México. Con este gobierno, con este Presidente, México está perdiendo tres valores fundamentales: el valor de la vida. El valor de la verdad. Y el valor de la libertad”.

Pero Sheinbaum decide sólo hablar de la vida y la libertad. Imposible hablar del tercer valor resaltado por la precandidata de la coalición Fuerza y Corazón por México: la verdad. ¿Cómo podría Sheinbaum hablar de la verdad cuando la arquitectura ideológica en la que descansa su proyecto usa como ladrillo esencial la mentira? La mentira en la que se basó la campaña de 2018 de López Obrador, cuando prometió la “república amorosa” y entregó la república del odio y la división. La mentira sistemática practicada en las conferencias mañaneras. La mentira que pulula y satura el discurso presidencial y que su alumna repite sin el menor recato.

Sheinbaum se ve obligada a hablar de democracia porque la defensa de ésta moviliza a los más diversos estratos sociales, llena plazas, satura las redes sociales y es considerada por los mexicanos como la mejor forma de gobierno. Y el gobierno actual no es percibido como democrático ni en el Ejecutivo, donde el presidente intenta el “asesinato de personalidad” de quienes disienten de su proyecto. Y menos en las cámaras, donde Morena practica la dictadura de la mayoría y el sometimiento descarado a la figura presidencial.

Así que aparece el relato en el que se cambia la historia para acomodarla a la mentira de que “la lucha por la democracia está en el origen de nuestro movimiento… luchamos contra los fraudes electorales”. Pero el pionero en la lucha contra el fraude electoral fue Acción Nacional. La izquierda justificaba el llamado “fraude patriótico” contra el PAN con el argumento que incluye la precandidata en su discurso “nosotros no somos herederos de quienes fueron al extranjero a pedir un emperador austriaco”. La izquierda tardó años en desembarazarse del argumento leninista del “centralismo democrático” y de la renuencia a participar en las elecciones. Hasta que llegó el 88 y el PAN y el Frente Democrático luchamos juntos contra el fraude electoral de Bartlett y compañía.

En su alegato a favor de la vida, ni una palabra sobre la tragedia de los miles de desaparecidos o asesinados y de las madres desesperadas que los lloran y buscan. Y sí demagogia sobre la vida digna y los derechos humanos, por cierto puestos en el centro de la Constitución en 2011 por una coalición política que hoy está mayoritariamente apoyando la candidatura de Xóchitl Gálvez. Lo mismo en cuanto a la libertad. ¿Qué valor puede tener lo que dice la señora Sheinbaum cuando, en los hechos, el actual gobierno mina la libertad de los mexicanos a estar informados, a conocer la verdad sobre el actual del gobierno? ¿Quién puede tomar en serio sus alegatos a favor de la democracia, la libertad y la vida, cuando promete en empeñarse en lograr el Plan C del presidente que busca la destrucción de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, contrapeso fundamental a los errores que pueda cometer el Ejecutivo, del partido que sea, o a un Poder Legislativo que no se atreve a decirle no a Palacio Nacional?

Compare y decida: un cierre de campaña, el de Claudia Sheinbaum que declara a López Obrador el mejor presidente de la historia y a su movimiento “el más fuerte del planeta”. ¿Seis años más de narcisismo y mentiras? O el cierre de campaña de Xóchitl Gálvez que pone a la ciudadanía en el centro del quehacer político. Usted decide...

 

 

 

 

Tomado de: Excélsior