2020 La muerte es un negocio. Miradas cercanas a la violencia criminal en América Latina. Javier Treviño Rangel y Laura Helena Atuesta Becerra (Coords.)
De acuerdo con el Banco Interamericano de Desarrollo, América Latina es la región más violenta del mundo. De las cincuenta ciudades más peligrosas del mundo, más de cuarenta se encuentran en este territorio. En promedio, se observa para la región una tasa de veintidós homicidios por cada cien mil habitantes (es decir, 39 por ciento de los homicidios a nivel mundial ocurren en América Latina). Hace un par de décadas, Cali y Medellín, en Colombia, estaban entre las ciudades más peligrosas del mundo. Hoy, centros urbanos en México, Venezuela y Brasil ocupan los primeros lugares. La violencia en la región ha sido estudiada a profundidad, no sólo para determinar sus causas sino también sus consecuencias en materia de costos económicos y sociales.
Sin embargo, la mayoría de los estudios sobre violencia que se han realizado en América Latina -muchos de ellos cuantitativos no pasan de ser estimaciones de cifras, olvidándose de que se trata de vidas humanas, personas, víctimas, perpetradores, cada uno de ellos con una historia personal que contar. A pesar de no poder realizar generalizaciones sobre el comportamiento de estos actores, razón por la cual este comportamiento no se estudia de manera cuantitativa, el análisis cualitativo permite analizar historias específicas sobre víctimas, grupos armados, actores y sociedades en general, lo que despliega una nueva fase de conocimiento y una manera diferente de analizar la violencia.
Este libro ofrece una colección de análisis que, desde distintos enfoques teóricos, estudian a participantes que intervienen en distintos tipos de violencia criminal: extorsión, secuestro, ejecuciones, tráfico de personas, narcotráfico, sicariato, narcomenudeo, autodefensas. La relevancia de esta compilación para la investigación de la violencia puede resumirse en cuatro puntos. El primero de ellos es la importancia de realizar trabajo de campo en temas de violencia, sobre todo si este trabajo tiene que realizarse en lugares peligrosos, donde es difícil salvaguardar la seguridad no sólo de los entrevistados, sino también de los investigadores. La única forma de ponerle cara a la violencia, y vincular diferentes testimonios para configurar un contexto violento, es hablando con los participantes de esta violencia. Por esto reconocemos el trabajo de recopilación de información realizado por cada uno de los autores en lugares donde poca gente se atreve a entrar.
El segundo punto tiene que ver con la importancia de complementar estudios cuantitativos con información cualitativa. A pesar de que el análisis cuantitativo puede dar información sobre la dimensión del problema de violencia en la región, no permite hacer análisis más exhaustivos sobre las condiciones que imperan en estos contextos, las motivaciones de los actores para verse involucrados en situaciones de violencia, o las consecuencias que los actos violentos tienen en la sociedad. Además, en el momento de hacer inferencias usando análisis cuantitativos, se debe tener en cuenta que en términos de violencia existe un problema de subestimación y subreporte de los datos, lo que genera una cifra negra considerable que puede sesgar los resultados.
El tercer punto está relacionado con las implicaciones de estudios cualitativos en materia de políticas públicas. Las políticas públicas, por definición, son intervenciones gubernamentales que se aplican a toda la población, por lo tanto, su diseño debe estar basado en estimaciones generalizadas de la población. En este sentido, parecería que los estudios cuantitativos proveen mejor y más información para poder diseñar políticas públicas y cuentan con mayor validez externa para realizar dichas generalizaciones. Sin embargo, en análisis de violencia, y dadas las limitantes de los datos duros acerca de los diferentes tipos de violencias, el análisis cualitativo se torna fundamental para definir el problema público que las políticas públicas buscan atender. En otras palabras, el problema público de la violencia es complejo, multidimensional y subjetivo. Las razones por las cuales los individuos deciden cometer actos violentos o involucrarse en grupos criminales son varias y multicausales. Muchas veces es la misma violencia la que ocasiona más violencia; otras veces son causas más estructurales como la pobreza o la falta de oportunidades; en algunos casos las influencias sociales y el contexto cultural desempeñan un papel importante en la decisión de los individuos de involucrarse en la criminalidad. Cualquiera que sea la razón, definir un problema público basado solamente en cifras impersonales, y muchas veces incompletas, es ignorar gran parte del problema, desconocer sus causas y consecuencias. Los análisis cualitativos, como los que se ofrecen en este libro, ayudan al diseño de políticas públicas en el sentido de que complementan datos duros y narran historias que, a su vez, ayudan a la identificación del problema público.
Por último, y no menos importante, las narrativas contadas en este libro a través de testimonios de individuos involucrados en actos violentos recuerdan que la violencia, los homicidios, la extorsión, el narcotráfico y el narcomenudeo no son sólo cifras. Detrás de cada uno de estos conceptos hay una historia; hay personas, víctimas, consumidores, jóvenes estigmatizados, líderes criminales con objetivos claros y agentes de procuración de justicia dispuestos a interactuar y negociar con el mundo criminal. Ponerle rostro a la violencia no es tarea fácil; menos si esto implica realizar trabajo de campo en lugares peligrosos poniendo en riesgo la integridad humana de los participantes y de los investigadores. Pero los rostros que esta violencia adquiere proporcionan información relevante para entender el fenómeno de la violencia de una forma más integral, multifacética y multicausal.