2025 May 21 La misión innegociable del nuevo embajador de EU. José Carreño Carlón.
Renovación de percepciones. La relevancia del perfil de los embajadores de Estados Unidos en México suele poner en segundo plano lo esencial: la percepción de los gobiernos que representan sobre el país al que llegan, por un lado, y la misión a cumplir durante su estancia, a partir de esa percepción. Y en el país vecino se ha producido en seis años un empeoramiento de las percepciones sobre México, como efecto de las campañas de Trump, combinado con los efectos de la gestión de López Obrador. Ciertamente la percepción del establishment estadunidense del ascenso al poder de López Obrador identificaba a éste como un Hugo Chávez en embrión. Pero AMLO echó por la borda la actitud del gobierno de Bien, opuesta a la política confrontacionista del pasado con los regímenes antiestadounidenses. La consideraba un factor de la aceleración de los radicalismos de esos regímenes hasta puntos sin retorno. Serían los casos de Cuba y Venezuela.
La fallida misión de Ken Salazar. De esas percepciones habría surgido la misión de Ken Salazar, el embajador de Biden, de apaciguamiento de un presidente mexicano que veía, en aquellos regímenes modelos a seguir. Y que era percibido, además, como un político con escasos referentes fuera del vecindario, solo en espera del primer acto de hostilidad del imperio para seguir la ruta del Caribe antiimperialista. Con todo, se trataba de un propósito de llevar la fiesta en paz con el gobierno mexicano. Pero AMLO agotó las posibilidades de coordinación, entendimiento y beneficio mutuo de esa política de apaciguamiento de Biden.
La nueva percepción. Así fue como se llegó a la actual percepción pública estadounidense, y no sólo de Trump y su banda, sino de un amplio consenso bipartidista sobre México. La narrativa dominante en Estados Unidos es la de nuestro país tiranizado en buena parte por los cárteles, con una clase política aliada, encubridora o subordinada al crimen: un santuario impune para el trasiego de droga a Estados Unidos y una amenaza a sus fronteras. Una narrativa, por lo demás, compartida con un sector creciente de la población mexicana,
La misión de Johnson. En esta percepción, la primera misión —innegociable— del nuevo embajador, Ronald Johnson, sería la de contribuir a fracturar esa alianza con una mezcla de buenos modos diplomáticos, como los mostrados el lunes, con la apelación a guerras comerciales, fiscales, reputacionales y, eventualmente, militares, en los términos de la actual, recargada agenda informativa binacional.
Contraste de perfiles: 1) Salazar. Finalmente está el tema del perfil de los embajadores. Biden cometió el error de depositar en el amateurismo del embajador Ken Salazar la encomienda apaciguadora dirigida a López Obrador. Y el vaso terminó de derramarse por el lado del presidente mexicano. AMLO estiró la liga, hasta romperla, con su permisividad a la expansión del poder y el control territorial de los cárteles, mientras sucesivamente mimaba, humillaba y pausaba al embajador Salazar. Y la ruptura de la estrategia apaciguadora quedó sellada con la operación encubierta del secuestro en Culiacán del Mayo Zambada, en los últimos meses del gobierno de Biden.
Contraste de perfiles: 2) Jonson. Por su parte, el perfil del embajador Johnson luce funcional a la misión encomendada y a la percepción de su gobierno sobre el México de hoy. Sus antecedentes constituyen mensajes inequívocos de su idoneidad, relacionada con su misión: la marca CIA alude a su tarea de sustentar la percepción de su gobierno sobre la alianza político-criminal de nuestro país. Y su grado militar, con su historial de Boina Verde, envía la señal de una disposición a la acción —coordinada o no con nuestro gobierno— para remediar los riesgos que perciben en su país por el descontrol mexicano de las bandas criminales.
Académico de la UNAM. @josecarreno
Tomado de: El Universal