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2024 Ene 23 Oxfam. El monopolio de la desigualdad. Cómo la concentración del poder corporativo lleva a un México más desigual.

El monopolio de la desigualdad
Resumen ejecutivo
La desigualdad extrema de la riqueza en México no deja de aumentar. La fortuna total de los 14 ultrarricos mexicanos, aquellos con más de mil millones de dólares de riqueza, aumentó hasta casi duplicarse desde el inicio de la pandemia. En particular, Carlos Slim es hoy el hombre más rico de la región, con una fortuna mayor que los otros 13 ultrarricos mexicanos juntos. La fortuna conjunta de Carlos Slim y Germán Larrea creció en 70 % durante los últimos cuatro años, hasta representar casi seis de cada 100 pesos de la riqueza privada en el país, cifra equivalente a la riqueza de la mitad de la población más pobre de América Latina y el Caribe —unas 334 millones de personas.

Esta excesiva concentración del poder económico guarda una estrecha relación con el poder político: los ultrarricos en México lo son, sobre todo, por décadas de gobiernos que han renunciado a regular su acumulación de poder e influencia. Once de los catorce ultrarricos mexicanos se han beneficiado y se siguen beneficiando de múltiples privatizaciones, concesiones y permisos que les ha otorgado el gobierno mexicano en las últimas décadas, lo que ha representado la transferencia masiva de riqueza de lo público a una pequeña proporción de personas en lo privado.

La alta concentración del poder de mercado de las grandes empresas, una de las principales fuentes del poder económico, ha sido como gasolina para el fuego de las desigualdades. Las grandes empresas con poder monopólico tienen la capacidad de fijar los precios en los principales sectores de la economía nacional, en detrimento de los bolsillos del resto de la población. Esto les ha permitido aprovecharse de los choques económicos tras las crisis globales recientes para subir más que proporcionalmente los precios de los productos en los sectores que controlan. Las ganancias de las empresas capturaron el 60 % del incremento en precios de la economía mexicana de septiembre de 2021 a septiembre de 2022, el período con el mayor aumento en el costo de vida en las últimas dos décadas en México.

El aumento en los precios ha generado un incremento en las ganancias de los accionistas de las grandes empresas debido a su poder corporativo. En México, uno de cada cinco pesos del valor agregado del sector privado se destina a los dividendos, el doble que en Alemania o Brasil. Además, el 93% de los activos físicos está en posesión de apenas el 10% de las empresas. Este poder económico se traduce además en poder político, que les permite influir en las reglas del juego de su relación con el Estado mexicano. También afecta a las micro, pequeñas y medianas empresas, porque nuestras reglas del juego parecen tratar por igual a actores muy desiguales.

El sistema económico actual es resultado de una serie de decisiones políticas. El Estado debe revitalizar su papel en la economía para que ganes más en tu día a día, que pagues menos por lo que consumes, que cuidar sea una elección, que la riqueza sea para quien la trabaja y que pague y

repare quien más contamina nuestro ambiente. Sí hay de otra: la economía es política.

 

Introducción
La desigualdad extrema de la riqueza en México no deja de aumentar. Los 14 ultrarricos en México

—aquellos que poseen fortunas de más de mil millones de dólares (US$1,000,000,000)— concentran 8.18 de cada 100 pesos de la riqueza privada nacional. En particular, uno solo de ellos acumula 4.48 de esos 100 pesos: Carlos Slim Helú. Esto no solo lo hace la persona más rica de México o de toda América Latina y el Caribe, sino que hace que concentre casi tanta riqueza como la mitad más pobre de la población mexicana, alrededor de 63.8 millones de personas.

En nuestras sociedades actuales, hablar de riqueza es hablar de poder. En México, donde 36 de cada 100 personas —unas 46.8 millones— se encuentran en situación de pobreza según el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), surgen preguntas ineludibles: quién posee la riqueza, qué factores permiten acumularla en grandes proporciones y qué implicaciones tiene esto para el resto de la población. Poco más de nueve millones de personas en nuestro país no saben si podrán comer al día siguiente, mientras que una sola persona concentra casi 1 de cada 20 pesos de la riqueza de este país.

Durante las últimas décadas, el relato de la extrema concentración de la riqueza en México ha girado en torno a dos mitos: la meritocracia y la derrama económica. Nos han dicho que los ultrarricos en México lo son por mérito, porque han trabajado lo suficiente y se merecen tales fortunas. Que, frente a un Estado flojo, débil y corrupto, parece mejor alternativa que se otorguen ventajas fiscales, legales y administrativas a los grandes empresarios para que las ganancias lleguen en forma de derrama, empleos e inversión que beneficiarán al resto de la población. Nada más lejos de la realidad.

Además de mostrar que este modelo lleva a la extrema concentración de la riqueza en manos de un grupo pequeño de la población mexicana, en este informe se ilustra cómo sus enormes fortunas guardan una estrecha relación con el poder político: los ultrarricos en México lo son, sobre todo, por décadas de gobiernos que han renunciado a regular su acumulación de poder e influencia. Esto, a su vez, se traduce en la alta concentración del poder de mercado de las grandes empresas, que ha afectado directamente los bolsillos de la mayoría de la población. Así, en los últimos años hemos experimentado una crisis del costo de vida que se reflejó en los precios que pagamos.

Por eso, desde Oxfam México proponemos que es momento de romper la relación de conveniencia entre el poder económico y el poder político en México. Necesitamos nuevas reglas del juego que reconozcan que la economía es política. Estas reglas deben revitalizar el rol del Estado mexicano para echar atrás y regular los monopolios, poner impuestos a grandes corporaciones y fortunas personales y reconocer y promover nuevas estructuras empresariales y de propiedad. Un México más justo e igualitario es posible si así lo decidimos.