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2015 Los diez principios de concentración de la riqueza y el poder. Noam Chomsky.

En Estados Unidos se profesan valores como la Democracia. En una Democracia, la opinión pública ejerce influencia sobre las políticas. Y luego el gobierno ejecuta acciones determinadas por el pueblo. La Democracia significa eso. Es importante entender que a los sectores privilegiados y poderosos nunca les ha gustado la democracia y tienen sus buenas razones. La democracia pone el poder en manos de la población general, arrebatándoselo a ellos. Es un principio de la concentración de la riqueza y el poder. A través de la historia estadounidense ha existido un choque permanente entre la presión para una mayor libertad y democracia que surge desde abajo, y los esfuerzo el control y dominación de una élite dese arriba. [...] si echamos un vistazo a la historia de los Estados Unidos, es una lucha constante entre las dos tendencias: Una tendencia democratizadora que proviene sobre todo del pueblo, y una presión desde abajo y una batalla constante continua con periodos de regresión y de progreso.

1.- Reducir la democracia.
2.- Moldear la ideología.
3.- Rediseñar la economía.
4.- Desplazar la carga.
5.- Atacar la solidaridad
6.- Dirigir las instituciones reguladoras.
7.- Manipular las elecciones.
8.- Mantener a la plebe bajo control.
9.- Fabricar el consentimiento. Las leyes, cada vez más, se centran en los intereses privados de quienes financian las campañas y marginan al público.
10.- Marginar a la población. El objetivo es que la gente se odie y tenga miedo de los otros, y que solo vele por sí misma, y no haga nada por nadie más. [...] Las tendencias que hemos estado describiendo dentro de la sociedad, a menos que se reviertan, nos conducirán a una sociedad extremadamente desagradable. [...] Una sociedad en la que los instintos y las emociones humanas normales, como la simpatía, la solidaridad y el apoyo mutuo son inexistentes [...] esa será una sociedad tan fea que ni siquiera sé quién podría vivir en ella. No quisiera que mis hijos vivieran en una sociedad así.

John Dewey: “La política será las sombras de las empresas sobre la sociedad”.

UNA NOTA SOBRE EL SUEÑO AMERICANO
La Gran Depresión, que soy lo bastante viejo para recordar, fue una mala época; desde mi perspectiva, mucho peor que la actual. Sin embargo, también existía la sensación de que saldríamos adelante, la esperanza de que las cosas mejorarían, la idea de que «quizá no haya trabajo ahora pero lo habrá mañana, y lucharemos juntos para crear un futuro mejor». Fue una época de radicalismo político que esperábamos que fructificase en un futuro distinto, un futuro más justo, igualitario y libre que acabara con las represivas estructuras de clase. Se vivía la sensación generalizada de que «de un modo u otro, esto se arreglará».

La mayoría de los miembros de mi familia, por ejemplo, eran desempleados de clase obrera. El desarrollo del sindicalismo fue tanto un reflejo como una fuente de optimismo y esperanza. Y eso se ha perdido. Hoy en día, lo que sentimos es que nada volverá; que todo ha terminado.

El sueño americano, como casi todos los sueños, comparte muchos elementos del mito. En el siglo XIX consistió, en gran medida, en lo que ilustraban las novelas de Horatio Alger: «Somos pobres de solemnidad, pero trabajaremos mucho y saldremos adelante», lo que, hasta cierto punto, era verdad. Mi padre, por ejemplo, llegó en 1913 desde una aldea paupérrima de Europa Oriental, consiguió trabajo en una fábrica clandestina de Baltimore y su situación fue mejorando hasta el punto que consiguió estudiar en la universidad, obtener una licenciatura y finalmente incluso un doctorado. Acabó viviendo lo que se denomina «un estilo de vida de clase media». Era algo que estaba al alcance de muchos. En aquellos tiempos los inmigrantes europeos podían alcanzar un nivel de prosperidad, privilegios, libertad e independencia que habría sido impensable en sus países de origen.

Sin embargo, sabemos que ahora ya no es así. En realidad, la movilidad social es menor aquí que en Europa. Pero el sueño persiste, fomentado por la propaganda. Forma parte de cualquier discurso político: «Vótame y traeremos el sueño de vuelta». Todos lo repiten con palabras similares y hasta puede oírse en boca de aquellos que precisamente lo están destruyendo, lo sepan o no. Pero el «sueño» debe continuar pues, de lo contrario, ¿cómo van a enfrentarse los habitantes del país más rico y poderoso de la historia, con ventajas extraordinarias, a la realidad que ven a su alrededor?

La desigualdad actual no tiene precedentes. En términos absolutos se trata de uno de los peores momentos de la historia de los Estados Unidos pero, si se analiza en profundidad, es evidente que proviene de la extrema riqueza de un minúsculo sector de la población, la pequeña fracción del uno por ciento.

En otros períodos, como en la Edad Dorada de finales del siglo XIX o los locos años veinte, se vivió una situación parecida, pero nuestra época es un caso extremo. Un análisis actual de la distribución de la riqueza muestra que la desigualdad proviene principalmente de la superriqueza: literalmente, el uno por ciento de la población es inmensamente rico. Esta situación es el resultado de treinta años de cambios en la política económica y social. Durante este período, el programa del Gobierno se ha modificado completamente en contra de la voluntad de la mayoría para proporcionar ingentes beneficios a los superricos. Entretanto, para gran parte de la población, para la mayoría, la renta real lleva treinta años prácticamente estancada. En este sentido, en el particular sentido estadounidense, la clase media sufre un grave ataque.

La movilidad social es una parte esencial del sueño americano: naces pobre, trabajas mucho y te haces rico. La idea de que es posible encontrar un trabajo decente, comprarse una casa y un coche, y enviar a los hijos a la universidad...

Todo se ha hundido.

 

INTRODUCCIÓN
Echemos un vistazo a la sociedad estadounidense. Imaginemos que la observamos desde Marte. ¿Qué es lo que vemos?

En los Estados Unidos existen valores declarados, como la democracia. En una democracia, la opinión pública influye en la política y el Gobierno lleva a cabo acciones acordadas por la población. En eso consiste el sistema democrático.

Pero es importante comprender que la democracia nunca ha sido del agrado de los sectores privilegiados y poderosos, por muy buenas razones. La democracia confía el poder a la población general y se lo arrebata a los privilegiados. Es un principio de la concentración de la riqueza y el poder.

 

El círculo vicioso
La concentración de la riqueza conduce a la concentración del poder, sobre todo a medida que el coste de las elecciones se dispara, lo que hace que las grandes empresas tengan a los partidos políticos en el bolsillo. Este poder político se traduce rápidamente en una legislación que respalda el incremento de la concentración de la riqueza. La política fiscal, como la política impositiva, la desregulación, las normas de gestión empresarial y toda una serie de medidas —medidas políticas concebidas para incrementar la concentración de riqueza y poder— conducen a más poder político que seguirá haciendo lo mismo. Eso es lo que estamos viendo en la actualidad. Un círculo vicioso en pleno funcionamiento.

 

La máxima vil
Los ricos siempre han disfrutado de un inmenso poder político, algo que se remonta a siglos atrás. Es tan tradicional que ya lo describió Adam Smith en 1776 en su célebre La riqueza de las naciones, donde afirma que en Inglaterra «los principales arquitectos de la política» son los propietarios de la sociedad, que en su época eran «los comerciantes y los industriales». Estos se cuidan de que sus intereses estén muy bien protegidos, por muy «doloroso» que sea su impacto sobre el pueblo de Inglaterra o sobre otros pueblos. Ahora no son los comerciantes y los industriales, sino las instituciones financieras y las multinacionales. Aquellos a los que Adam Smith llamaba «los amos de la humanidad» y que siguen «la máxima vil: todo para nosotros y nada para los demás». Únicamente perseguirán políticas que los beneficien y perjudiquen al resto.

Pues bien, se trata de una máxima muy extendida en política que en los Estados Unidos se ha estudiado en profundidad. Son las políticas que se han ido aplicando de forma creciente y, a falta de una reacción popular generalizada, son las que cabe esperar.

 

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Ver documental:

http://www.dailymotion.com/video/x4k1eyx

https://youtu.be/qkbwWG07UYI