2025 Jun 15 Era cuestión de tiempo. Carlos Carranza.
Sabemos que la brújula del oficialismo dejó de funcionar cuando se comenzaron a presumir las remesas como un logro gubernamental.
Si se nos asignara la tarea de nombrar de alguna manera a los resúmenes semanales que concentraran la información de todo lo que sucedió en el ámbito político de nuestro país, el reto sería hallar una palabra que concentrara un factor de humorismo involuntario, el enojo, el fastidio, la egolatría que encuentra su reflejo en la casa de los espejos y, por supuesto, una clara tendencia a lo previsible. Claro, sólo por mencionar algunos aspectos que, invariablemente, se pueden encontrar en cuanto personaje de la cortesilla política que hoy ocupa un cargo en cualquier nivel del gobierno. Desde las primeras apariciones de Vicente Fox, hace algunos años, hasta las recientes declaraciones del actual presidente del Senado o de la alcaldesa de Acapulco, tenemos una colección de personajes que hacen cada vez más predecibles y poco sorpresivas las noticias que diariamente son evidencia de la erosión que existe entre quienes tienen en sus manos al país.
Como ya se ha planteado en otras ocasiones –a diferencia de épocas no tan lejanas– la posibilidad de amplificar sus palabras, los dislates de su innegable potencia retórica y la galopante libertad de su cinismo, es cada vez mayor gracias a la tecnología que caracteriza a los medios de comunicación, a las redes sociales y el acceso de gran parte de la población a espacios digitales, impresos, televisivos y radiofónicos en los que se hace eco de tales palabras. Así como se han multiplicado las opciones de mantenerse informado e informada, también se ha potenciado el eco de las tropelías que gravitan en los discursos de quienes tendrían la obligación de mantener el decoro y el respeto en cada uno de sus mensajes. Sin embargo, el chabacanismo se ha convertido en la nueva medida del estilo y el lenguaje político que debemos tolerar. Quizá la única expectativa radique en tratar de imaginar cuál será el nuevo nivel que se pueda alcanzar durante la semana.
En ese sentido, era cuestión de tiempo para que se presentaran aún más momentos de tensión en el ámbito diplomático de nuestro país. Fieles a su costumbre, quienes participan de la llamada Cuarta Transformación han encontrado en las relaciones diplomáticas con otras naciones una veta inagotable para encender fuegos artificiales en medio de la problemática que padecemos como sociedad. Así, tampoco hay sorpresas cuando se observa ese idilio que se mantiene con gobiernos dictatoriales y populistas, con personajes que dependen de la ideología trasnochada para seguir apareciendo en la fotografía del poder. Vínculo que, por supuesto, pone en entredicho ese espíritu democrático que suelen presumir sin menoscabo; así, sin reserva alguna, desde la actual titular del Poder Ejecutivo, hasta quienes integran su gabinete y los preclaros miembros de las Cámaras del Poder Legislativo han sido capaces de lanzar dardos en contra de gobiernos y personajes que les hayan dado pauta para continuar con su enardecido discurso patriotero o para cerrar filas con quienes consideran afines a sus adocenadas ideologías. El único problema es cuando la lupa cambia de sentido y, desde el exterior, se observa y analiza lo que ocurre en nuestro país: en tales casos se sulfuran los ánimos y de inmediato se colocan las vestiduras más propicias para desgarrarlas frente a cualquier micrófono, con tintes melodramáticos que se adivinan con mucha facilidad. Algo anda muy mal en esa balanza.
Así, era cuestión de tiempo para que dos de los populismos más enraizados chocaran de frente y dejaran en medio a uno de los hilos más frágiles en su dimensión política: la migración. Sabemos que la brújula del oficialismo dejó de funcionar cuando se comenzaron a presumir las remesas como un logro gubernamental; se entiende que cada acto oficialista se convierte en un efusivo mitin en donde se busca el aplauso fácil e inmediato sin importar el mensaje. Se entiende que hoy el oficialismo sabe que goza de una impunidad sin precedente en cada declaración que les arranca aplausos entre sus correligionarios. Y es en este punto en donde se han diluido los límites de la diplomacia y la responsabilidad. Sí, esa palabra que no existe en el diccionario de los dos últimos periodos presidenciales.
Nos encontramos en medio de dos discursos, dos líneas retóricas en las que se enfrentan la ligereza y lo simplista del populismo que más gusta a sus electores. Y sabemos que dicha situación no dejará buenos resultados, cuando, detrás de ello, late ese patrioterismo que obtura toda razón y sentido común. Por cierto, ¿sabemos qué sucede con los migrantes centroamericanos en nuestro país? Vaya que hay importantes asuntos sin resolver en la propia casa, porque se olvida que, en otras dimensiones, aquí también se ha pisoteado la dignidad de quienes han buscado otras oportunidades dejando sus propias casas, sus familias, sus comunidades. Y también sus propias vidas.
Tomado de: Excélsior