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2025 Jun 6 Elección tramposa. José Rubinstein.

Con votos escasos, el gobierno eligió jueces para juzgarse a sí mismo, asegurando de paso que la justicia futura no contradiga la voluntad del presente

Todo comenzó con un exceso: la sobrerrepresentación legislativa lograda por Morena en las elecciones de 2024. Con apenas 54% de los votos, el oficialismo consiguió hacerse del 75% de los escaños en el Congreso, gracias a una ingeniería electoral plagada de mañas y simulaciones. Ese es el punto de partida, el momento clave que ha permitido a Morena modificar a placer las reglas del juego. Con ese dominio absoluto, pudieron entonces abrir paso, sin contrapesos y sin un debate real, a la reforma judicial más ambiciosa de los últimos tiempos: una reforma que no nació del clamor ciudadano, sino de la voluntad política del poder.

Una vez aprobada la reforma, vino la instrumentación del control. Se recurrió a una tómbola supuestamente imparcial para designar a los primeros aspirantes, omitiendo cualquier criterio técnico, de experiencia o independencia. A continuación, se aplicaron filtros legislativos en los que las bancadas leales al gobierno se encargaron de depurar las listas, privilegiando a los perfiles más cercanos al oficialismo. A esto se sumaron campañas propagandísticas disfrazadas de información ciudadana, cuyo propósito fue dar legitimidad a una elección que nunca pretendió ser neutral.

El acto final vino con los famosos acordeones: hojas impresas con listas de candidatos “sugeridos” que circularon sin pudor entre los votantes. Lo más notable es que esos nombres fueron en todos los casos, los que terminaron ganando. La elección fue una puesta en escena, cuidadosamente ensayada, donde el resultado ya estaba decidido antes de que el primer ciudadano acudiera a las urnas.

La presidenta de todos los mexicanos —no la jefa de partido— se afana mediante gráficas, cifras e insostenibles comparaciones, en demostrar que la elección del domingo fue un éxito… de Morena, no de la democracia, no del pueblo soberano, no del pluralismo, un éxito de su partido, como si continuara en campaña. Curiosamente los candidatos que “sugirió” Morena en sus tramposos acordeones —sí, esos que llevaban los votantes con la tarea hecha en casa—, son, sin excepción, los que salieron electos.

La elección del nuevo Poder Judicial pasará a la historia como una especie de acto de fe: había que votar adivinando. Ni los nombres, ni las trayectorias de los aspirantes serán conocidos para el ciudadano común. El mismo López Obrador, que solía denunciar la manipulación informativa, llegó a votar con su acordeón. ¿Qué más prueba hace falta de que el proceso fue diseñado para obedecer, no para deliberar? Y, sin embargo, nos dicen que fue una elección ejemplar. Que el pueblo “pidió” transformar el Poder Judicial. ¿Cuál pueblo?, acudieron a votar 12.5 millones, con récord de votos nulos y votos en blanco. El proceso costó 7 mil millones de pesos, es decir, 558 pesos por cada voto emitido.

Nos dicen que esto es lo que el pueblo quería, pero ese pueblo en su mayoría no fue a votar. Así estamos con un Poder Judicial renovado por el poder político, legitimado por la abstención y celebrado por una presidenta que actúa más como militante que como jefa de Estado. Así, con votos escasos, reglas torcidas y poder absoluto, el gobierno eligió jueces… para juzgarse a sí mismo, asegurando de paso que la justicia futura no contradiga la voluntad del presente.

Analista

 

 

 

 

 

 

 

Tomado de: El Universal