1998 La Red. Juan Luis Cebrián.
El derecho a la intimidad...
[…] En la sociedad global de la información la intimidad es, sin embargo, un valor en baja. Obsesionados por el derecho a saber, y azuzados por los crecientes caracteres de espectáculo que toda actividad humana adquiere, muchos ciudadanos no consideran que la vida privada sea necesariamente un bien a proteger. En nombre de la libertad de información y de expresión contemplamos a diario violaciones flagrantes de principios constitucionales, sobre todo en países recién nacidos a la democracia, en los que el anterior sometimiento a la censura ha contribuido a relajar las defensas respecto a las agresiones que los derechos individuales pueden sufrir por parte de los medios de comunicación. La multiplicación de la presencia de éstos en todos los aspectos de nuestras vidas convierte la cuestión en algo candente.
Es ya vieja la frase “quien tiene la información tiene el poder”. La posibilidad de que un reducido número de personas u organismos tenga acceso al conocimiento de los datos personales y de los intercambios de todo género de cualquier individuo recupera para nosotros las tesis orwellianas del Gran Hermano. No existe garantía alguna de que, mientras operamos en la red, no haya alguien observándonos, de que nuestro correo no sea violado, y almacenado su contenido si es preciso. Siendo esto muy preocupante en el caso de Internet, lo es mucho más, y con mayor motivo, en lo que respecta a la denominada Intranet, las redes de grupos, compañías o comunidades de cualquier género que trabajan en sistema cerrado pero que frecuentemente dan acceso a la web y otras aplicaciones similares. La multiplicación de dichas redes, en un futuro próximo, magnifica aún más la amenaza y la nueva paradoja: las posibilidades de control en los lugares de trabajo y aprendizaje, y aun en el seno de la propia familia, han aumentado considerablemente, frente a las mayores dificultades a que los estados se enfrentan para aplicar la censura. La defensa de la vida privada y la intimidad, frente a cualquier tipo de intrusión, pública o privada, debe ocupar la atención prioritaria de los responsables políticos y de los ciudadanos demócratas. Cuando se pone de relieve, por ejemplo, la gran utilidad de los sistemas digitales para el almacenamiento y transporte de los historiales clínicos, cabe preguntarse por la confidencialidad que es posible mantener sobre datos tan singulares. Es necesario implementar mecanismos de prevención adecuados que ahuyenten ese peligro. La ley, por su parte, ha de establecer sanciones severas, como corresponde a la naturaleza de los hechos, para todos aquellos que asalten la intimidad ajena.