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1972 Los límites del crecimiento. Informe al Club de Roma sobre el Predicamento de la Humanidad. Donella H. & Dennis L. Meadows, Jørgen Randers y Willian W. Behrens III.

Prólogo a la edición en español
ALLENDE EL AÑO 2000
La investigación auspiciada por el Club de Roma —asociación privada compuesta, desinteresadamente, por hombres de empresa, científicos y participantes en la vida pública nacional e internacional— sobre “El Predicamento de la Humanidad” ha originado con la presente obra, Los límites del crecimiento, una inmediata controversia. Desde la aparición, en marzo de 1972, de la versión en inglés, The Limits to Growth, del profesor Dennis L. Meadows y sus colaboradores del Instituto Tecnológico de Massachusetts, los comentarios, en pro y en contra, se han sucedido en la prensa y las revistas informativas de gran número de países.

La traducción de este libro a varias lenguas, junto con la actual versión al español —destinada a América Latina y a España— contribuirá sin duda a extender la discusión a lo largo del mundo y a crear conciencia —no importa cuál sea la base de datos de que se parta y cuál el prejuicio ideológico— del problema central que d estudio plantea: el de la capacidad del planeta en que convivimos para hacer frente, más allá del año 2000 y bien entrado el siglo XXI, a las necesidades y modos de vida de una población mundial siempre creciente, que utiliza a tasa acelerada los recursos naturales disponibles, causa daños con frecuencia irreparables al medio ambiente y pone en peligro el equilibrio ecológico global —todo ello en aras de la meta del crecimiento económico, que suele identificarse con bienestar.

Contrariamente al tenor de muchos de los comentarios superficiales que se han hecho a esta obra, y al proyecto que la sustenta, no se trata de un pronóstico apocalíptico, ni para el mundo en su conjunto ni para determinadas partes, sean los países subdesarrollados o los altamente capitalizados. Se trata simplemente de un análisis de una serie de elementos, con sus interacciones, que, según sus tasas de incremento y su importancia relativa, pueden determinar o no que la sociedad que estamos legando a nuestros biznietos y a quienes les sigan pueda ser administrada en forma racional, y represente, si no para todos, al menos para la gran mayoría, una condición de vida aceptable en lo material y plena en lo espiritual. Tal como van las cosas, por ahora no parece probable que se produzca ese tipo de sociedad. Las naciones industrializadas, que consumen la mayor parte de los recursos naturales del mundo en beneficio de una pequeña parte de la población, marchan casi ciegamente hacia niveles de consumo material y deterioro físico que a la larga no pueden sostenerse. Y con ello se distancian cada vez más de las naciones de menor desarrollo, en las que viven dos tercios de los habitantes del globo, en que el punto de partida es de grave deterioro ambiental, baja productividad y escasa capacidad para alcanzar niveles medios de bienestar que garanticen normas internacionalmente acordadas de convivencia humana que traducen viejas aspiraciones de los pueblos.

En el seno de las Naciones Unidas, donde han alcanzado expresión estas aspiraciones en numerosos documentos y recomendaciones, la visión del futuro de la Humanidad no tiene gran alcance. En lo político, se carece de meta; los obstáculos a la paz están a la vista, sin que las Naciones Unidas como tal sea una institución capaz de removerlos. En lo económico y social, se opera por “decenios”; en la actualidad corre el Segundo Decenio del Desarrollo, dotado de metas cuantitativas y cualitativas de dudoso cumplimiento. Un número apreciable de investigadores, en diversos países, ha procurado, sin embargo, efectuar enfoques a más largo plazo. El año 2000 es la meta preferida en muchos estudios, tal vez por ser fin de siglo y un número redondo con múltiples propiedades; en Estados Unidos, Francia, Japón, Brasil, Argentina y otros países existen interesantes estudios que proyectan la sociedad presente, sobre todo las variables económicas, a base de extrapolación de tendencias observadas, supuestos y combinaciones de hipótesis y buenas dosis de imaginación. Algunos datos que sirven de partida se toman como firmes, por ejemplo, las proyecciones demográficas; a ellos se añaden consideraciones sobre recursos naturales, tecnología, comercio internacional, distintos “escenarios” político-militares y sociales, etc. Las proyecciones lineales que implican conducen a veces a pronósticos bastante aventurados y otras a simples utopías o, por otro lado, a catástrofes globales o regionales.

El estudio del Club de Roma no pretende metas tan ambiciosas ni es un anuncio del fin del mundo. Es ante todo un instrumento o método en que por medio de la técnica del “análisis dinámico de sistemas” se interrelacionan cinco géneros de variables: monto y tasa de incremento de la población mundial, disponibilidad y tasa de utilización de los recursos naturales, crecimiento del capital y la producción industriales, producción de alimentos y extensión de la contaminación ambiental. El sistema constituido por estos elementos, que son cuantificables, es susceptible de muy diversas variaciones a través del tiempo, según el monto y la tasa de cambio de cada uno y de los factores que los determinan. Siendo cuantificables por observación, aproximación o hipótesis, estos elementos pueden expresarse en ecuaciones e introducirse en una computadora. Pueden efectuarse tantas “corridas” de computadora como variaciones se desee introducir. Dado que las relaciones entre las variables no son necesariamente de carácter lineal, los resultados obtenidos, derivados de complejas interactuaciones, no son previsibles a simple vista —están reservadas al investigador algunas sorpresas. Es más, los rezagos entre unos elementos y otros, y los efectos rezagados de algunos factores positivos o negativos de retroalimentación, dejan ver que algunos objetivos son inalcanzables a corto plazo o que algunas acciones ejercen efectos desfavorables muchos años después —razones de más para que la imbricada situación del planeta y sus habitantes se estudie desde ahora.

Con arreglo a estas consideraciones, los autores presentan en esta obra los principales resultados de su investigación, y tienen el mérito adicional de hacerlo en lenguaje sencillo, dejando los trabajos técnicos de base para otro volumen. La conclusión a que se llega es que la población y la producción globales no pueden seguir creciendo indefinidamente, porque se ponen en juego —están ya influyendo— factores que tienden a limitar semejante expansión, entre ellos el agotamiento progresivo de los recursos, el posible aumento de la mortalidad y los efectos negativos de la contaminación ambiental. Hacia mediados del siglo XXI, con diferencias de más o de menos según distintas hipótesis, será necesario haber logrado un equilibrio que permita sostener un nivel dado de población, en condiciones de vida material estables. De otra manera, como lo muestran diversas alternativas presentadas, se corre el peligro de un colapso de consecuencias incalculables, inclusive un descenso brusco de la población. El camino para llegar a un equilibrio mundial no es un proceso automático, ni el mantenimiento de la estabilidad se producirá sin una buena administración de las variables globales. Pero con este estudio se podrá estar al menos más consciente de lo que requerirá hacerse y de las implicaciones de distintas combinaciones de acción o aun de la falta de acción. La metodología seguida permite, además, introducir nuevos cambios en las variables, entre ellas las que se derivan de descubrimientos tecnológicos aún no imaginables o de la aplicación, en diversas condiciones, de conocimientos existentes válidos a nivel científico pero aún no probados en la práctica.

Al examinar los modelos de Los límites del crecimiento en el mundo de habla hispana, y en particular en América Latina, surge de inmediato la pregunta: ¿qué significa el modelo global para una región determinada o para un país aislado? El libro no hace sino escasas referencias a este problema, por más que muchos de los aspectos concretos del estudio se refieren a recursos no renovables cuya disponibilidad varía en distintas regiones, o al hecho de que las tasas de utilización de los mismos y los niveles de producción industrial y contaminación son mucho mayores en los países que han alcanzado ya altos niveles de desarrollo. Por otra parte, bien sabido es que la tasa de incremento de la población del Tercer Mundo es el doble de la de los países industrializados —y en algunas regiones, como en América Latina, del triple. Por lo tanto, las interrelaciones, presentes y futuras, entre población, recursos, producción y contaminación son distintas según la región o país de que se trate y no necesariamente coincidentes con las del mundo como un todo. Aun una región como la latinoamericana no es, por supuesto, homogénea; en ella existen grandes diferencias por países en cuanto a monto y tasa de incremento de la población, disponibilidad de recursos, capacidad de autoabastecerse de productos agrícolas e industriales, y aun de viabilidad económica, social y política.

Constituirá una etapa indispensable de los nuevos análisis que se hagan —y que se inician ya en Europa, la Unión Soviética, Japón y América Latina— “desagregar” los modelos globales. Es evidente, por lo demás, que a los países en vía de desarrollo como la mayoría de los latinoamericanos, o a los de etapa intermedia como algunos otros de América Latina, el sur de Europa y otros, no puede satisfacerles la perspectiva de crecimiento nulo que plantea a la postre, en el siglo XXI, el modelo mundial estabilizado, ya que sus propios niveles de capacidad productiva y consumo material son aún muy bajos e insatisfactorios. Y si los países más adelantados empiezan a volver más lento su crecimiento —en Japón, por ejemplo, se habla abiertamente de ello— y llegan a suspenderlo de aquí a den años, ¿cuáles serán las consecuencias internacionales de semejante estabilidad, en particular para los países de menor desarrollo cuyo propio crecimiento ha dependido o dependerá aún, a través del comercio exterior, de la expansión económica de los más desarrollados?

En un mundo que tienda a la estabilidad, así sea a cien años de plazo, la perspectiva que ello ofrece a los países y regiones que persiguen la expansión plantea toda clase de interrogantes, en todos los órdenes, en cuanto a la organización y funcionamiento de la sociedad y en cuanto a los fines mismos de la actividad humana. Para algunos países latinoamericanos —por ejemplo, aquellos en que la población se duplicará cada veinte o veintidós años si persisten las actuales tasas de incremento (Brasil, Centroamérica, Colombia, Venezuela, México, la República Dominicana)—, los planteamientos integrales quizá tengan que hacerse más pronto de lo que se piensa en la actualidad. Aun suponiendo en ellos políticas de población que desde ahora tiendan a reducir hacia fines del presente siglo la tasa de natalidad a lo necesario para lograr apenas el reemplazo de las defunciones, la estabilidad de la población en números absolutos difícilmente se lograría, debido a factores estructurales, antes del año 2060. Así que habrá que hacer frente al incremento continuo de la población por 90 años más, y probablemente aún más allá. A esta población se querrá dar crecientes niveles de bienestar material, expresados en consumo de bienes y servicios que a su vez dependerán de inversiones y producción agrícolas e industriales, deciente producción de energía y un vigoroso intercambio internacional de productos. Semejante proceso puede ir acompañado, si no se toman medidas oportunas, de altos grados de contaminación física y deterioro del medio ambiente, así como de degradación de los recursos naturales. Algunos de éstos —minerales no renovables y suelos y bosques— podrán agotarse. Inclusive existe el riesgo de que antes de que los propios países latinoamericanos los agoten para satisfacer necesidades de su propia producción (sobre todo los minerales), los consuman las grandes empresas internacionales que con ellos tienen que alimentar las voraces necesidades de consumo de las sociedades postindustriales. Ello plantea posibles conflictos de orden económico y político.

Es evidente, por todas estas razones y por el hecho, explícitamente reconocido por los autores, de la desigualdad que impera en el planeta, que la transición hacia un mundo en equilibrio no puede hacer a un lado la necesidad de reestructurar las relaciones sociales, internas e internacionales. El Comité Ejecutivo del Club de Roma, en el Comentario al final del libro, habla de una estrategia global para lograrlo. No existen recetas para ello, ni ha sido propósito de este estudio ofrecerlas. Se ha cumplido, sin embargo, una primera etapa —sujeta desde luego a rectificación— que consiste en llamar la atención sobre la magnitud y complejidad de la acción humana en un mundo material finito. No estábamos acostumbrados a pensar en estos términos, por más que en la Historia se haya previsto muchas veces el fin apocalíptico. La ciencia moderna, cuyo desarrollo impredecible y acelerado en los últimos treinta años, para bien y para mal, ha sido extraordinario y ha alentado esperanzas y aun sueños extraplanetarios, permite ya reconocer, en efecto, que sí existen límites. Difícilmente pueden esperarse milagros tecnológicos que a su vez no impliquen mayor uso de recursos o tengan consecuencias graves sobre el medio ambiente. La situación actual del globo, las depredaciones del hombre sobre su medio ambiente por el afán de producir bienes materiales, por el afán de lucro o por incapacidad para establecer la paz duradera, no dan lugar a mucho optimismo. El mensaje que nos deja Los límites del crecimiento —y que constituye pieza central del proyecto sobre el Predicamento de la Humanidad que seguirá llevando adelante d Club de Roma— es que todavía nos queda tiempo. No es demasiado tarde, pero pronto lo será si no tomamos conciencia clara de lo que está pasando.

El lector hispanoparlante —en América Latina, España y otras partes— juzgará de la bondad de esta afirmación. No se requiere ser alarmista ni propagandista. Se precisa buena dosis de realismo. Es necesario despertar inquietud. Este género de preocupación debe ser compartido por todos; debemos todos participar en la solución de los problemas por venir de la Humanidad. Por ello, recomiendo al lector no una sino varias lecturas de este libro; que no se precipite a sacar conclusiones en tal o cual sentido al cabo de las primeras treinta o cincuenta páginas. Que lo lea todo, con calma, y medite. Que haga saber, por los distintos medios publicitarios, o directamente a los autores, sus reacciones y sus ideas, a manera de contribuir a que se lleven a cabo estudios más completos y profundos y a que aumente constantemente el número de personas responsables, a nivel público y privado, que empiecen a actuar con vistas a un futuro más lejano que el que de ordinario rige la acción política, social y económica.

México, D. F., junio de 1972
VÍCTOR L. Urquidi

 

PRESENTACIÓN
En agosto de 1970, el Club de Roma, un grupo de ciudadanos de todos los continentes, preocupado por el creciente peligro que representan los muchos problemas interrelacionados que encara la Humanidad, invitó al Grupo sobre Dinámica de Sistemas del Instituto Tecnológico de Massachusetts a emprender el estudio de las tendencias e interacciones de un número limitado de factores que amenazan a la sociedad global. Esta investigación es parte de un proyecto más amplio que el Club de Roma llevará a cabo en los próximos años en torno a “El Predicamento de la Humanidad”, como contribución a un mejor entendimiento de las diferentes alternativas futuras que afrontan todos los pueblos y todos los países en este punto decisivo de su historia. El estudio del Instituto Tecnológico de Massachusetts, bajo el generoso patrocinio de la Fundación Volkswagen, tiene por objeto definir los límites y los obstáculos físicos del planeta a la multiplicación de la Humanidad y de la actividad humana —de ahí el título Los límites del crecimiento —Informe para él proyecto del Club de Roma en tomo al predicamento de la Humanidad.

El informe de este grupo de científicos está concluido y nos complace presentarlo al público y a quienes formulan las políticas a seguir. Sus conclusiones indican que la Humanidad no puede proliferarse a una tasa acelerada y considerar el desarrollo material como su principal objetivo, sin encontrar obstáculos a este proceso; también señalan que estamos ante la alternativa de buscar nuevos objetivos para tomar nuestro destino en nuestras propias manos o sometemos a las consecuencias inevitablemente más crueles del crecimiento irrestricto. El informe proporciona material para quienes se preocupen por el actual desarrollo de los acontecimientos y por los valores que lo sostienen, y además ofrece la oportunidad de refutar sus resultados y afirmaciones a quienes tengan opiniones o información diferentes. Estamos convencidos de que este documento deberá ser objeto de la mayor atención y suscitar interés crítico. Desde luego que antes de establecer una base firme de decisión se hacen necesarias investigaciones y observaciones más detalladas, así como información más sólida. No obstante, aun en esta etapa de la investigación, es obvio que tenemos que introducir algunos cambios básicos en nuestra filosofía de la vida y en nuestro comportamiento.

Para entablar el diálogo describiremos primero las razones que indujeron al Club de Roma a encomendar la preparación de este proyecto inicial.

La condición humana
Durante miles de años el hombre ha luchado por elevarse del nivel de subsistencia. A través de este periodo, la tecnología, a pesar de su crudeza, ha sido su principal agente. El fuego, la rueda, el arado, las prácticas metalúrgicas rudimentarias —estas técnicas y otras— condujeron a la agricultura sedentaria, al establecimiento de las ciudades y al surgimiento de una serie de industrias artesanales. La Revolución Industrial fue un punto crítico en este desarrollo que indujo la explosión de las actividades, la fealdad y la riqueza que se convirtieron en el umbral del mundo que ahora conocemos en los países llamados industrializados. La ciencia aceleró mucho el proceso al descifrar la naturaleza de la materia y las leyes físicas; abrió paso a toda una gama de industrias mecánicas, químicas y eléctricas fundadas en ella, cuyos productos son ahora de uso común y forman la base de la sociedad materialista de consumo y desperdicio que prevalece en parte del planeta. Mientras tanto, la mayoría de la Humanidad que vive en las demás regiones se ha beneficiado apenas de manera parcial, aun cuando también se ha visto envuelta en el torbellino del cambio.

A la vez, la investigación científica ha registrado avances espectaculares. Los inmensos gastos que se asignan a esta actividad en todos los países industrializados proporcionan un rico depósito, en expansión, de conocimientos, del cual surgen nuevos desarrollos tecnológicos todavía más amplios, cuyas consecuencias para el futuro de la sociedad son enormes, aunque no bien perceptibles. Debemos reconocer el extraordinario éxito de la ciencia y de la tecnología en la producción de una prosperidad y de un crecimiento económicos sin precedentes; han aumentado y enriquecido nuestras existencias de alimentos, han prolongado nuestras vidas y han brindado salud y tiempo ocioso a millones de seres. Ésta parecería ser la Edad de Oro para las generaciones que nos antecedieron.

Pero, con todas sus ventajas, la ciencia y la tecnología también han contribuido de manera determinante a la complejidad de la situación actual, al extraordinario crecimiento de la población que estamos experimentando, a la contaminación y a otros amargos efectos secundarios de la industrialización. No deseamos volver a la situación de siglos anteriores, cuando el hambre y la enfermedad mantenían el crecimiento de la población bajo control, pero todavía no hemos aprendido a dominar el crecimiento actual. Y como carecemos de una visión clara del futuro que deseamos, no sabemos exactamente hacia dónde orientar la inmensa fuerza que representa la investigación científica y tecnológica —una fuerza que encierra el potencial del progreso o de la destrucción.

Es, pues, en esta etapa, en la que el hombre parece triunfar en su lucha milenaria contra la pobreza, la enfermedad y la esclavitud del trabajo, cuando asoman la desilusión y la duda. Empezamos a percatamos de que en nuestra sociedad tecnológica cada paso hacia adelante fortalece más al hombre, pero al mismo tiempo lo hace más impotente; cada triunfo del hombre sobre la naturaleza parece también representar un triunfo de ésta sobre él mismo. La ciencia y la tecnología han acarreado la amenaza de la incineración termonuclear tanto como la salud y la prosperidad; el aumento de la población y el movimiento hacia las ciudades han originado nuevos y más humillantes tipos de pobreza, y un escuálido urbanismo, con frecuencia estéril en términos culturales, ruidoso y degradante; la electricidad y la energía motriz han aligerado el peso del trabajo físico, pero también han borrado la satisfacción que ese trabajo produce; el automóvil trae libertad de movimiento, pero también el fetichismo de las máquinas y el veneno en las ciudades. Las consecuencias inconvenientes de la tecnología son demasiado obvias y constituyen una amenaza —que pudiera ser irreversible— a nuestro medio ambiente natural: los individuos están cada vez más enajenados de la sociedad y rechazan la autoridad: la drogadicción, el crimen y la delincuencia van en aumento; la fe decae, no sólo en cuanto a la religión que durante siglos ha sido el sostén de la Humanidad, sino también en cuanto al proceso político y a la eficacia de la reforma social. Todas estas dificultades parecen agudizarse con la creciente prosperidad.

Por ello, aunque se insiste todavía en la conveniencia de aumentar la producción y el consumo, en los países más prósperos crece el sentimiento de que la vida está perdiendo calidad, y se cuestionan los fundamentos mismos de todo el sistema. Al mismo tiempo, la situación en las regiones menos desarrolladas del mundo es aún más inquietante. En éstas son más marcados los contrastes entre las expectativas que despierta la magia de la tecnología moderna y la participación tan reducida que estas poblaciones pueden desgajar del progreso que parece resplandecer en otras partes. Así pues, en el despertar del progreso científico y tecnológico, han aparecido intolerables brechas psicológicas, políticas y económicas que oponen “los que tienen” a “los que no tienen”. El agravamiento de este estado de cosas haría inevitables los estallidos políticos.

En esta época de cambio acelerado nos hemos percatado de que el hombre es una criatura que entiende, aunque confusamente, sus orígenes y la capacidad que tiene para disponer de su propio futuro; pero también hemos visto que carece de un sentido real de orientación. La tecnología ha aumentado y extendido grandemente sus poderes físicos, pero parece haber contribuido muy poco o nada a su razonamiento y sensatez. La evolución orgánica, con los miles de años que exige el surgimiento de nuevas y saludables especies a través de la mutación, ya no puede aplicarse a la situación actual; el hombre ha llegado al punto en el que debe desarrollar una vía enteramente nueva para su evolución cultural.

La problemática mundial: síntomas Y ENFERMEDAD
En estas condiciones el hombre se enfrenta cada vez con mayor frecuencia a toda una gama de problemas que parecen intratables e inasibles: deterioro del medio ambiente, incontrolable expansión urbana, inseguridad de empleo, enajenación de la juventud, rechazo del sistema de valores de nuestra sociedad por parte de una proporción siempre en aumento de la población, inflación y otras perturbaciones económicas y monetarias —sólo para mencionar algunos de ellos. Estos problemas, al parecer diversos, tienen tres características en común. En primer lugar, tienen dimensiones o efecto de alcance mundial y surgen en todos los países en ciertos niveles de desarrollo, independientemente de los sistemas políticos y sociales vigentes. En segundo lugar, son complejos y sumamente variados puesto que incluyen elementos técnicos, sociales, económicos y políticos. Y tercero y último, interactúan vigorosamente entre sí de una manera que todavía nos resulta incomprensible.

Es este haz de problemas interrelacionados lo que llamamos ”la problemática”. Las interrelaciones son tan fundamentales y críticas que es imposible aislar de la maraña de la problemática alguno de los grandes problemas para tratado por separado. Intentarlo sólo aumenta las dificultades en otra parte, a veces inesperada, de la masa de problemas. Por esa misma razón, ningún país, ni siquiera el más grande, puede intentar resolver sus propios problemas si antes no se resuelven los que amenazan al sistema global. Nuestros métodos habituales de análisis, nuestros enfoques, nuestras políticas y estructuras gubernamentales fracasan cuando se enfrentan a situaciones tan complejas. Ni siquiera sabemos cuál será el futuro o las consecuencias indirectas de nuestras llamadas “soluciones” acostumbradas. Éste es, pues, el “predicamento de la humanidad”: somos capaces de percibir los síntomas individuales del profundo malestar de la sociedad; sin embargo, no podemos entender el significado y la interrelación de sus innumerables componentes o diagnosticar sus causas básicas, y por lo mismo, somos incapaces de planear respuestas adecuadas al caso.

Son estas consideraciones y la necesidad de buscar nuevas respuestas las que llevaron al Club de Roma a iniciar su proyecto. Nuestro interés lo constituye el futuro de la Humanidad que sabe tanto, que ha tenido tantos logros, pero con tanta insensatez y tan poco sentido de la dirección. Creemos que ha llegado el momento en que ya no podemos evitar enfrentamos a una situación en la que culminan las consecuencias que se han acumulado rápidamente durante un periodo único de extraordinario y desordenado crecimiento de la población, de logros tecnológicos y científicos y de grandes realizaciones económicas.

Estamos convencidos de que nuestra actual organización sociopolítica, nuestra perspectiva de corto plazo y nuestro enfoque fragmentado, y sobre todo el sistema de valores prevaleciente, son incapaces de tratar la problemática contemporánea, siempre más compleja y global, o siquiera de comprender su verdadera naturaleza. Es necesario introducir cambios profundos para rectificar la situación mundial antes de que sea demasiado tarde. No obstante, estos cambios no podrán iniciarse en la dirección correcta a menos de que comprendamos en qué forma las nuevas realidades que afrontamos difieren de aquellas que se han planteado al hombre en siglos y milenios, y que conformaron su evolución biológica y psicosocial: de qué manera se han transformado a través de su propia acción; y, en esencia, cómo funcionan verdaderamente las nuevas realidades híbridas, en parte naturales y en parte elaboradas por el hombre mismo, que en la actualidad condicionan la vida del planeta.

El proyecto del Instituto Tecnológico de Massachusetts
El primer paso con que se inicia cualquier empresa científica consiste en reconocer y en tratar de formular con precisión el problema que se intenta abordar. El primer objetivo del enfoque del Club de Roma de la problemática mundial era explorar su naturaleza, dimensiones y dinámica con mayor profundidad. Para hacerlo se buscaron métodos analíticos formales que integraran de manera racional las muchas variables que hay que examinar para efectuar una evaluación comprensiva de la situación mundial vigente. Al cabo de muchos meses de discusión e investigación se eligió un método específico, él de Dinámica de Sistemas, desarrollado por el profesor Jay W. Forrester en el Instituto Tecnológico de Massachusetts. Originalmente esta técnica tenía por objeto el análisis de problemas industriales, pero ya se había aplicado al estudio de muchos otros sistemas complejos, incluida la decadencia de las ciudades, la medicina interna y diversos problemas sociales.

En vista de nuestras necesidades, el profesor Forrester diseñó un modelo mundial preliminar, incorporando algunas de las relaciones más importantes subyacentes en el complejo de los problemas críticos previamente seleccionados por el Club. Este enfoque apareció como un gran proyecto para simular la interacción de algunas de las principales variables inherentes al sistema que representa la problemática mundial. Con base en esto, la Fundación Volkswagen proporcionó el apoyo financiero que permitió reunir, bajo la dirección del profesor Dennis L. Meadows, un grupo interdisciplinario de científicos formado por Donella H. Meadows (E.U.), Ilyas Bayar (Turquía), William W. Behrens III (E.U.), Farhad Hakimzadeh (Irán), Peter M. Mil- ling (Alemania), Jørgen Randers (Noruega) y Erich K. O. Zahn (Alemania).

Una de las principales ventajas de la técnica de Dinámica de Sistemas reside en que permite la representación de las relaciones mundiales, gráfica o matemáticamente, en términos accesibles a todos. Su comprensión no exige una capacidad matemática refinada para atender sus resultados, utilizarlos o contribuir a ellos. Así pues, demógrafos, economistas, líderes gubernamentales y otras personas interesadas en esta problemática deben ser capaces de evaluar y aplicar fácilmente los resultados a sus propios campos de estudio.

La principal labor de la investigación del MIT consistía en examinar en un contexto mundial las interdependencias e interacciones de cinco factores críticos: el crecimiento de la población, la producción de alimentos, la industrialización, el agotamiento de los recursos naturales y la contaminación. Este trabajo exigía la selección de un cuerpo de hipótesis acerca de las relaciones que existen entre los elementos individuales, con base en nuestros conocimientos del mundo real. Buscamos el consejo de algunos otros expertos con relación a aspectos específicos de la estructura del modelo y con respecto a la validez del insumo de datos. Sin embargo, esto no podía eliminar un cierto grado de subjetividad, que no es en todo caso mayor que la que subyace en los modelos mentales que por lo general orientan las decisiones humanas.

En el transcurso de 1972 estará terminado un informe técnico con referencias y comentarios detallados sobre el insumo de datos y las hipótesis adoptadas, así como las descripciones de las técnicas utilizadas e información acerca de los procesamientos en la computadora. También han sido preparados numerosos subestudios finalmente estructurados en áreas particulares de problemas, que constituyen el tema de estudios especiales.

Al presentar este informe general, que resume la investigación realizada, sus resultados y las conclusiones 30

y observaciones preliminares que ha sugerido a quienes emprendieron este singular esfuerzo, deseamos expresar públicamente nuestro profundo agradecimiento a Dennis Meadows y a todos sus colegas por su contribución a la comprensión de las nuevas y difíciles situaciones que debemos afrontar colectivamente en este mundo en proceso de cambio. Al fin del libro indicaremos cómo han sido satisfechas las expectativas que alimentábamos cuando pedimos al MIT que llevara a cabo esta investigación, y daremos nuestra interpretación del informe dentro del marco del proyecto general de “El predicamento de la humanidad”.

Alexander King
Saburo Okita
Aurelio
Peccei
Eduard Pestel
Hugo Thiemann
Carroll Wilson

Noviembre de 1971.

 

 

 

INTRODUCCIÓN
No deseo aparecer en exceso dramático, pero a partir de la información de que dispongo como Secretario General, no puedo sino concluir que a los miembros de las Naciones Unidas restan, tal vez, diez años para controlar sus antiguas querellas y lanzarse a una participación global que frene la carrera armamentista, mejore el medio ambiente, limite la explosión demográfica y dé por fin el impulso necesario a los esfuerzos orientados hacia el desarrollo. Si esa participación global no se crea en el próximo decenio, entonces mucho me temo que los problemas que he mencionado habrán alcanzado proporciones tan escalofriantes que seremos incapaces de controlarlos. U Thant, 1969.

Los problemas que U Thant menciona —la carrera armamentista, el deterioro del medio ambiente, la explosión demográfica y el estancamiento económico— son citados con gran frecuencia como los problemas centrales de largo plazo del hombre moderno. Muchos creen que el desarrollo futuro de la Humanidad, y quizás hasta su misma supervivencia, dependen de la rapidez y efectividad con que el mundo responda a estos problemas. Y no obstante, apenas una fracción muy pequeña de la población mundial está activamente interesada en la comprensión de estos problemas y en la búsqueda de soluciones a los mismos.-

Perspectivas humanas
Cada uno de los seres humanos se enfrenta a una serie de presiones y de problemas que exigen su atención y acción. Estos problemas le afectan a diferentes niveles. Puede alguien ocupar mucho tiempo tratando de encontrar el sustento diario para sí mismo y su familia. Puede interesarse por poseer poder personal, o por que el país en que vive lo posea. La posibilidad de una guerra mundial puede preocuparlo durante toda su vida, o la de una guerra contra el clan rival del vecindario la semana próxima.

Estos diferentes niveles de interés humano pueden ilustrarse, como lo muestra la gráfica 1. Ésta presenta dos dimensiones: tiempo y espacio. Cualquier preocupación humana puede localizarse en algún punto de la gráfica, dependiendo del espacio geográfico que abarque y de su duración en el tiempo. La mayoría de las preocupaciones humanas se concentra en el ángulo inferior izquierdo de la gráfica. Para estas personas la vida es difícil y deben orientar casi todos sus esfuerzos a su sustento diario y al de sus familias. Otras personas piensan y actúan en torno a problemas más alejados de los ejes tiempo y espacio. Las presiones que perciben no sólo los afectan a ellos en particular, sino a toda la comunidad con la que se identifican. Las acciones que emprenden duran no sólo días, sino semanas o años futuros.

Las perspectivas de tiempo y espacio de una persona dependen de su cultura, de sus experiencias pasadas y de la urgencia de los problemas a que se enfrente en cada nivel. La mayoría de la gente necesita primero haber resuelto con éxito los problemas en un área reducida, para después transferir sus intereses a una más amplia. En general, cuanto más amplio sea el espacio y mayor el tiempo relacionados con el problema, menor será el número de personas efectivamente interesadas en su solución.

La delimitación de nuestra visión a un área muy pequeña puede ser decepcionante y peligrosa. Existen muchos ejemplos de personas que empeñan toda su capacidad en la resolución de un problema local inmediato, para encontrar que sus esfuerzos tienen que rendirse ante la fuerza de los acontecimientos que ocurren en un contexto más amplio. Una guerra internacional puede destruir los campos que con tanta dedicación ha cuidado un agricultor; una política nacional específica puede trastornar los planes de los funcionarios locales; el desarrollo económico de un país puede verse malogrado por la ausencia de demanda mundial de sus productos. De hecho, existe actualmente un interés creciente por la posibilidad de que la mayoría de los objetivos personales y nacionales puedan verse frustrados por tendencias globales de largo plazo, como las mencionadas por U Thant.

¿Son realmente tan amenazantes las implicaciones de estas tendencias globales, que su resolución debiera tener prioridad sobre los intereses locales de corto plazo?

¿Es cierto, como lo sugiere U Thant, que sólo nos queda menos de un decenio para controlar estas tendencias?

Y, si no las controlamos, ¿cuáles podrían ser las consecuencias?

¿Qué métodos debe seguir la humanidad para resolver problemas globales, y cuáles serían los costos y los resultados de la aplicación de cada uno de esos métodos?

Éstas son las cuestiones que tratamos de analizar en la primera fase del Proyecto del Club de Roma en torno al Predicamento de la Humanidad; por lo tanto, nuestro interés se localiza en el ángulo superior derecho de la gráfica tiempo-espacio.

Problemas y modelos
Toda persona enfoca sus problemas, donde quiera que se localicen en la gráfica tiempo-espacio, con la ayuda de modelos. Un modelo es simplemente un cuerpo ordenado de hipótesis acerca de un sistema complejo; es un intento por entender algún aspecto de la infinita variedad de ellos que presenta el mundo, seleccionando, a partir de percepciones y de experiencias pasadas, un cuerpo de observaciones generales aplicables al problema en cuestión. Un agricultor utiliza un modelo mental de su tierra, sus propiedades, las posibilidades del mercado y las condiciones climáticas del pasado para decidir lo que ha de sembrar cada año. Un agrimensor construye un modelo físico —un mapa- para ayudarse en la planeación de un camino. Un economista utiliza modelos matemáticos para entender y predecir el flujo del comercio internacional.

Quienes toman las decisiones a todos los niveles utilizan inconscientemente modelos mentales para elegir entre diversas políticas que darán forma al mundo futuro. Estos modelos mentales son, por necesidad, muy sencillos si los comparamos con la realidad a partir de la cual han sido abstraídos. El cerebro humano, a pesar de ser tan extraordinario, únicamente puede registrar un número limitado de las complicadas interacciones simultáneas que determinan la naturaleza del mundo real.

Nosotros también hemos utilizado un modelo. Es un modelo formal, escrito, del mundo. Constituye un intento preliminar por mejorar los modelos mentales que poseemos sobre problemas globales de largo plazo combinando la abundante información que ya tiene la mente humana y que contienen los registros escritos, con los nuevos instrumentos de procesamiento de la información que ha producido el creciente conocimiento humano —el método científico, el análisis de sistemas y la computadora moderna.

Nuestro modelo mundial fue construido específicamente para analizar cinco grandes tendencias de interés global —la acelerada industrialización, el rápido crecimiento demográfico, la extendida desnutrición, el agotamiento de los recursos no renovables y el deterioro del medio ambiente. Estas tendencias se interrelacionan en muchos sentidos y su desarrollo se mide en decenios y en siglos, más que en meses y años. Con este modelo tratamos de entender las causas que motivan estas tendencias, sus interrelaciones y sus implicaciones en los cien años futuros.

El modelo que hemos construido es, como cualquier otro, imperfecto, supersimplificado e inacabado. Somos conscientes de sus limitaciones, pero creemos que es el modelo más útil disponible por el momento para tratar los problemas más lejanos en la gráfica tiempo-espacio. Hasta donde sabemos, es el único modelo que existe cuyo alcance sea realmente global, que tenga un horizonte de tiempo mayor de treinta años y que incluya variables tan importantes como población, producción de alimentos y contaminación ambiental, no como entidades independientes, sino como elementos dinámicos en interacción, tal y como lo son en el mundo real.

Como nuestro modelo es formal o matemático, tiene también dos ventajas importantes sobre los modelos mentales: primero, cualquier hipótesis que formulemos está escrita de manera precisa, así que queda abierta al examen y a la crítica; segundo, una vez que las hipótesis hayan sido examinadas, discutidas y revisadas para que se adapten a nuestro mejor conocimiento actual, sus implicaciones para el comportamiento del sistema mundial pueden ser detectadas sin error por una computadora, independientemente de lo complicadas que puedan ser.

Consideramos que las ventajas arriba señaladas hacen que este modelo sea único entre todos los modelos matemáticos y mentales de los que actualmente disponemos. Pero esto no significa que su forma actual sea del todo satisfactoria. Nos proponemos modificarlo, ampliarlo y mejorarlo conforme vayan mejorando gradualmente nuestro propio conocimiento y la base de datos mundiales de la que partimos.

A pesar del estado preliminar de nuestro trabajo, creemos que es importante que publiquemos ahora el modelo y nuestros hallazgos. En todas partes del mundo se toman a diario decisiones que afectarán en los próximos decenios las condiciones físicas, económicas y sociales del sistema mundial. Estas decisiones no pueden esperar la aparición de modelos perfectos ni la comprensión total. En todo caso se tomarán con base en algún modelo, mental o escrito. Pensamos que el modelo que aquí hemos descrito ya está tan desarrollado como para ser de gran utilidad para quienes tomen las decisiones. Más aún, los modos de comportamiento básico que hemos observado a través de este modelo se muestran tan fundamentales y generales que no creemos que nuestras conclusiones se vean sustancialmente alteradas por futuras revisiones.

El propósito de este libro no es proporcionar una descripción completa y específica de todos los datos y ecuaciones matemáticas incluidas en el modelo mundial. Tal descripción se encuentra en el informe técnico final de nuestro proyecto. En Los límites del crecimiento nosotros más bien resumimos los principales rasgos del modelo y nuestros hallazgos de manera breve y no técnica. Deseamos hacer hincapié no tanto en las ecuaciones o los complicados detalles del modelo, sino más bien en lo que ese modelo nos dice del mundo. Hemos recurrido a una computadora para facilitar nuestra propia comprensión de las causas y las consecuencias de las aceleradas tendencias que caracterizan al mundo moderno, pero desde luego que no es necesaria la familiaridad con las computadoras para entender o discutir nuestras conclusiones. Las implicaciones de esas tendencias provocan problemas que rebasan los alcances de un documento puramente científico; problemas que deben ser debatidos por una comunidad más amplia que la de los científicos. Nuestro propósito es iniciar ese debate.

Hasta ahora hemos derivado de nuestro trabajo las conclusiones que a continuación se expresan. No somos de ninguna manera el primer grupo que las haya formulado. En los decenios recientes quienes han considerado el mundo desde una perspectiva global de largo plazo han llegado a conclusiones similares. No obstante, la gran mayoría de los responsables de las decisiones políticas parecen perseguir activamente objetivos que no son congruentes con estos resultados. Nuestras conclusiones son:

  • Si se mantienen las tendencias actuales de crecimiento de la población mundial, industrialización, contaminación ambiental, producción de alimentos y agotamiento de los recursos, este planeta alcanzará los límites de su crecimiento en el curso de los próximos cien años. El resultado más probable sería un súbito e incontrolable descenso tanto de la población como de la capacidad industrial.
  • Es posible alterar estas tendencias de crecimiento y establecer una condición de estabilidad ecológica y económica que pueda mantenerse durante largo tiempo. El estado de equilibrio global puede diseñarse de manera que cada ser humano pueda satisfacer sus necesidades materiales básicas y gozar de igualdad de oportunidades para desarrollar su potencial
  • Si los seres humanos deciden empeñar sus esfuerzos en el logro del segundo resultado en vez del primero, cuanto más pronto empiecen a trabajar en ese sentido, mayores serán las probabilidades de éxito.

Estas conclusiones son tan amplias y provocan tantas interrogantes para estudio porterior que nos sentimos francamente abrumados por la magnitud del trabajo que representa. Esperamos que este libro sea útil para quienes, en muchas áreas de estudio y en muchos países del mundo, deseen elevar los horizontes de tiempo y espacio de sus intereses, y que se unan a nosotros en la comprensión y preparación para un gran periodo de transición —la transición del crecimiento al equilibrio global.

 

 

 

 

 

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