1977 May 3 Multinacionales y sistemas de comunicación. Los aparatos ideológicos del imperialismo. Armand Mattelart.
Bajo fórmulas de un esquematismo trasnochado, que identifican invariablemente la libertad y la personalidad humana y la libertad y la personalidad del capital, en los últimos cinco años se han multiplicado las ingerencias de las empresas publicitarias y otras sociedades de servicios en los procesos políticos concretos. Fórmulas cuyo afinamiento es inversamente proporcional al ritmo de fascistización de los grupos que recurren a ellas. Las empresas de análisis de mercado y de motivaciones, no contentas con organizar las campañas electorales de la derecha, de prever la victoria de sus candidatos valiéndose del gran refuerzo que proveen los últimos modelos de la informática, y de instalarla ya mediante revelaciones intempestivas sobre la base de sondeos, se han comprometido en la ofensiva ideológica de las clases dominantes. Los ejemplos abundan.
CAPÍTULO VII
UN MERCADO QUE SE POLITIZA
“Las encuestas de opinión pública constituyen uno de los instrumentos más poderosos y más perfectos de la democracia moderna.” En esos términos triunfales el norteamericano George Gallup —fundador de una red de institutos de la opinión pública presente en 36 países— justificaba, hace alrededor de 25 años, el pujante desarrollo que no pararía de tener ese tipo de investigaciones en el mundo occidental. Desde entonces, esa convicción no ha dejado de alentar en sus discípulos. Su divisa es, actualmente: “Al ‘conócete a ti mismo’ de Sócrates, fundamento de la vida individual, el mercadeo le agrega ‘conoce a los demás’, fundamento de la acción social. No se trata de demagogia, sino de democracia esclarecida.” Las palabras del presidente de la agencia de publicidad norteamericana J. Walter Thompson, van más o menos en el mismo sentido, aunque de un modo menos sofisticado: “Entre 1946 y 1972, el volumen de la publicidad ha aumentado en Estados Unidos de 3.4 mil millones de dólares a 23 mil millones, es decir, se ha multiplicado por siete. Esto coincide con el período de crecimiento más elevado que haya conocido la historia norteamericana y también el de los más grandes progresos en materia de justicia social. El crecimiento de las otras sociedades del mundo libre parece ser estrechamente paralelo al de sus gastos publicitarios.” Finalmente, de un tono más agresivo, véase los términos del presidente de la agencia Batten, Dunstine & Osborn: “Las democracias que se benefician de los niveles de vida más altos están a la cabeza de las listas de países que consagran una parte significativa de su ingreso nacional a la publicidad. Las dictaduras comunistas, con niveles de vida relativamente bajos, se encuentran abajo en la escala [...] La libertad debe hacer su publicidad, si no peligrará seguramente.” Y para concluir, esta declaración de principios de ese mismo ejecutivo, convertido en teórico del mercadeo del otro lado del Atlántico: “El sistema norteamericano del mercadeo tiene como base este ascenso repentino de la idea de la libertad humana...”
Esas declaraciones, por su trasparencia, tienen de bueno que nos permiten abordar con escepticismo los propósitos de otros empresarios sobre la pretendida neutralidad de sus métodos científicos para detectar las necesidades, conocer las actitudes y prever el comportamiento de su público: “Fundamentalmente el mercadeo es neutro, es decir, puede servir a fines diversos.” Antes de entrar en lo vivo de nuestro tema, conviene enunciar de manera sumaria los postulados que habrán de cuestionarse.
En primer lugar, el mercadeo se situaría fuera del modo de producción que le dio origen. No adquiere signo sino por sus efectos, buenos o malos, según el más estrecho de los maniqueísmos. El modo de producir la información no sería tributario de la “ley del valor”. El mercadeo se constituiría, en cierta forma, en un lugar privilegiado, donde no se reproduce la relación mercantil entre productor y consumidor, entre emisor y receptor, un lugar donde la palabra y el poder le son devueltos a éste último. J. W. Thompson ya escribía en 1909, “La publicidad es el camino más corto entre el productor y el consumidor”, consigna que, aplicada al mercadeo electoral se convierte en: “la publicidad es el camino más corto entre el candidato y el elector”. Lo que deviene —si se sigue la lógica de la tesis de la decadencia de las ideologías y de la política que predican esos tecnócratas— “el mercado es el nuevo partido, el partido de los sin partido”. Como señalaba un viejo periodista de Wall Street en su libro The new politics”, después de seguir las campañas del futuro gobernador de California, Reagan, y de los hermanos Rockefeller, campañas que habían sido planificadas por las empresas del aparato electoral: “Pienso que esas compañías son antipartidos porque tienden a convertirse en sustitutos del aparato regular del partido.”
En segundo lugar, se supone que los estudios de mercado o de motivaciones puedan ser en sí mismos algo más que plebiscitos, en la sociedad capitalista o, dicho de otro modo, la ratificación de los programas preestablecidos por la institucionalidad vigente que introyecta gustos y actitudes y que, sobre la base de esta introyección previa, funda su gestión democrática. La esfera de la producción estaría dirigida por la “dictadura de los consumidores” La elección entre varios productos ya no sería solamente una falsa elección bajo presión publicitaria, sino una elección libre que correspondería a las opciones de cada uno. Después de las últimas elecciones presidenciales en Francia, el presidente de la segunda agencia de publicidad francesa, Publicis se sublevó contra la decisión del gobierno que había prohibido la difusión de los últimos sondeos practicados la víspera de las elecciones y habló de “represión de un derecho fundamental”. “Defender la libertad plena y total de difundir los resultados de sondeos en período electoral, es defender las libertades esenciales.” Más allá de ese hecho preciso, en la misma declaración hacía la apología del Instituto Francés de la Opinión Pública, corresponsal de la Gallup en el país: “Al servicio del público, con un espíritu de sacrificio por el interés común, [la investigación] constituye un instrumento de progreso. En política, ayuda a tomar conciencia de las necesidades, de los problemas y las esperanzas del ciudadano, por lo tanto, a gobernar teniéndolo en cuenta. Eso se llama democracia. En el terreno de la producción, le regala a la imaginación creadora, que sin ella sería ciega, y a la función comercial, que sin ella sería sorda, ojos y oídos que le permitirán ajustar permanentemente su acción a las necesidades del ciudadano-consumidor. Él también posee derecho de voto e interesa conocer de antemano de qué forma va a servirse de él: el derecho de comprar o de no comprar.”
Finalmente, el tercer postulado: el mercadeo supuestamente no tendría nada que ver con los sofismas de la teoría de la opinión pública que legitima esa forma particular de régimen político que es la democracia burguesa. Sofismas que le permiten a la clase que representa al capital cubrirse detrás de la apariencia pluralista que le confiere el “voto mayoritario”, para asentar su dominación tanto en la Cámara de Representantes que es el Parlamento, como en la prensa, donde se arroga el derecho de representar a la mayoría, es decir, a “la opinión pública”
El mercadeo, en efecto, puede servir a fines muy diversos, pero con una sola condición: la de asegurar la reproducción de las relaciones sociales existentes. En lugar de hacerle vender productos detergentes, automóviles y gadgets, se le puede poner al servicio de un fin “no lucrativo”: defender “causas sociales”, la promoción de una política educativa, organizar una campaña electoral, la lucha contra la contaminación, contra el alcoholismo. Se le puede dar otra apariencia, pero no se le puede hacer cambiar de campo. Pedirle que haga otra cosa que vender un producto de consumo, “lucrativo” o no, es pedirle que se sabotee en tanto sistema, para retomar los términos del teórico norteamericano que citábamos más arriba y que asimilaba el mercadeo al ejercicio de la “democracia” o de la “libertad”. Con la desaparición de la relación mercantil entre el consumidor y el productor, aparece otra forma de determinación del poder que vuelve obsoleto ese poder de clase que es el poder abstracto de “la opinión pública”, sobre el que reposa el mercadeo, concebido como una ilusión de la participación democrática.
DE LAS CAMPAÑAS PRESIDENCIALES A LAS CAMPAÑAS PUBLICITARIAS CONTRA LAS NACIONALIZACIONES
Bajo fórmulas de un esquematismo trasnochado, que identifican invariablemente la libertad y la personalidad humana y la libertad y la personalidad del capital, en los últimos cinco años se han multiplicado las ingerencias de las empresas publicitarias y otras sociedades de servicios en los procesos políticos concretos. Fórmulas cuyo afinamiento es inversamente proporcional al ritmo de fascistización de los grupos que recurren a ellas. Las empresas de análisis de mercado y de motivaciones, no contentas con organizar las campañas electorales de la derecha, de prever la victoria de sus candidatos valiéndose del gran refuerzo que proveen los últimos modelos de la informática, y de instalarla ya mediante revelaciones intempestivas sobre la base de sondeos, se han comprometido en la ofensiva ideológica de las clases dominantes. Los ejemplos abundan.
En los círculos inmediatos de Richard Nixon, se encontraban antiguos directivos de J. Walter Thompson: Robert Haldeman, asistente especial, uno de los primeros en caer por el asunto Watergate, Ron Ziegler, secretario de prensa de la Casa Blanca y Harry Treleaven, asesor de propaganda política. El presidente de la J. Walter Thompson, Dan Seymour, es también uno de los miembros más eminentes del Council of Foreign Relations (CFR), verdadero Departamento de Estado paralelo donde se elabora la política exterior del gobierno de Estados Unidos y de las empresas multinacionales. El período presidencial de Nixon ha significado por otro lado un salto cualitativo en lo que concierne al uso de los aparatos ideológicos de difusión por parte del poder político. “La administración Nixon es, más que ninguna otra, un gobierno por televisión. La manipulación política de las emisiones por el poder ejecutivo es la forma más visible de la presión que ejerce el gobierno sobre el periodismo en los medios electrónicos. El presidente Nixon y sus consejeros ciertamente han comprendido el poder de la televisión, pero además saben hasta qué punto es importante políticamente controlar el proceso de la comunicación, y no vacilan en hacerlo.”
A pesar de esta política, todavía en noviembre de 1970 había propietarios de agencias de publicidad norteamericanas que criticaban “la ineficacia del Departamento de Estado, de la cia y del USIS (United States Information Service)” para crear una imagen de Estados Unidos en el exterior. El presidente de la agencia Kenyon & Eckhardt —ex experto en comunicación del ejército y uno de los organizadores de la campaña presidencial de Johnson en 1964— le dirigió una carta a Nixon: “El gobierno norteamericano debería utilizar más la industria de la publicidad. Esta última tendría que asumir la orientación y conducción de un programa de propaganda con un doble objetivo: propagar una imagen de Estados Unidos en el extranjero y, como consecuencia, crear un clima más favorable a las compañías norteamericanas que se muestran deseosas de comerciar en esos países.” No es la primera vez que la Kenyon & Eckhardt se metía en política. ¿Acaso no trasladó uno de sus directivos al Pentágono para asegurarse la conducción de la política en materia de mano de obra, y eso ya en 1967? En el mismo año, apoyando una campaña que logró la adhesión de todos los propietarios de agencias de publicidad, el fundador de la Benton &: Bowles —ex subsecretario de Estado en la administración Truman— proponía un “plan Marshall en el terreno de las ideas” para realzar el valor de “la fuerza y estabilidad de nuestra economía”. El presidente de otra agencia, Arthur Meyerhoff Associates, responsable de la Asociación de Agencias de Publicidad Norteamericanas, reclamando una mayor colaboración por parte de usis, precisaba las líneas de una nueva política exterior en materia ideológica: “Desde hace 25 años, los programas de Estados Unidos se dirigen de preferencia a la élite intelectual.
No se preocupan por convencer al hombre de la calle, lo que por el contrario, sí ha demostrado saber hacer la publicidad norteamericana.”
En 1972 la campaña de promoción del mito del “milagro brasileño” fue coordinada, en el plano mundial, desde Nueva York, por la agencia Kenyon & Eckhardt. Sigamos en América Latina. En primer lugar, señalemos dos hechos aislados. En 1968, la agencia norteamericana Compton Advertising fue encargada de la campaña electoral del candidato demócrata cristiano a la presidencia de Venezuela, Rafael Caldera. En 1972 la filial argentina de la J. Walter Thompson hizo la campaña presidencial del hermano del general Alzogaray, candidato sin suerte de un nuevo partido, sostenido por los militares en el poder.
Pasemos al caso de Chile. En la lucha contra el gobierno popular, los aparatos ideológicos del imperio y los de la burguesía local asumieron un nuevo papel. En 1970 la filial chilena de la J. Walter Thompson organizó la campaña del candidato de la derecha tradicional, Jorge Alessandri. Una vez elegido Salvador Allende, esa agencia, establecida en Santiago desde 1944 y la más importante del país, se apresuró —a pesar de tener ventas anuales por 4.5 millones de dólares— a abandonar Chile, al mismo tiempo que su principal cliente, la empresa minera Anaconda, para quien había realizado en julio y agosto de 1970 una campaña de terror psicológico destinada a “obstaculizarle el camino al candidato marxista” Antes de irse, la JWT tuvo cuidado de repartir sus 85 expertos en los medios de la derecha y en diversos servicios de la embajada de Estados Unidos en Santiago. También tuvo la precaución de ceder sus presupuestos a la agencia local Publicidad Fabres y de Heeckeren, que asegura la publicidad del más antiguo diario conservador de Santiago, El Mercurio, líder encarnizado de la ofensiva ideológica contra el gobierno popular. Esta agencia sirvió de intermediaria legal para la trasmisión de fondos de la embajada norteamericana y de las empresas multinacionales a la reacción chilena, fondos destinados a efectuar campañas de prensa y a reforzar el potencial de los medios de comunicación controlados por la burguesía criolla. El 17 de septiembre de 1970, cuando sólo habían trascurrido dos semanas de la victoria de Allende en las urnas y cuando el Senado todavía no había ratificado esa elección, Hai Hendrix y Robert Berrellez, responsables del departamento de relaciones públicas de la ITT en América Latina, enviaron una carta a su vicepresidente, E. J. Gerrity en la que le decían:
... Los diarios que pertenecen a la cadena del Mercurio son otro factor clave. Es extremadamente importante mantenerlos con vida y asegurar su circulación… Constituyen los únicos portavoces abiertamente anticomunistas que quedan en Santiago y están sometidos a enormes presiones, particularmente en Santiago...
Y, de una manera todavía más explícita:
... El Mercurio de Santiago tiene problemas económicos. Desde el día de las elecciones, no recibe más que el 10 o 15% de su volumen habitual de avisos publicitarios. Este mes tendrá dificultades para pagar el salario de sus empleados... Además de la ayuda directa, hemos hecho las siguientes recomendaciones: 1] que nosotros y otras empresas norteamericanas en Chile, pongamos anuncios en El Mercurio, lo que ya se está haciendo; 2] que ayudemos nuevamente a colocar algunos propagandistas en la radio y la televisión. Hay una veintena de personas que los grupos Matte y Edwards (propietarios del Mercurio y de 68 empresas industriales y comerciales, am) habían contratado y debemos velar para que sean mantenidas en su lugar. Allende controla ahora dos de las tres estaciones de TV de Santiago y ha lanzado una campaña intensa a través de la radio... 3] que ejerzamos la mayor presión posible sobre la usis en Washington para que dé instrucciones precisas a la usis de Santiago a fin de empezar a hacer circular los editoriales de El Mercurio en toda América Latina y en Europa... 4] que insistamos ante los órganos de prensa más importantes de Europa, a través de nuestros contactos allá, para que publiquen la versión de los desastres que se abatirían sobre Chile si Allende y Cía. llegaran a ganar.
En 1962, la filial chilena de la red norteamericana Gallup había comenzado a efectuar por pedido expreso de la Kennecott Copper Co., sondeos sistemáticos entre los líderes de opinión (dirigentes sindicales, parlamentarios, responsables de corporaciones profesionales, de patronatos, de la prensa) para “tratar de determinar las razones de las actitudes y comportamientos frente a la nacionalización del cobre y, en términos más generales, frente a las inversiones extranjeras en ese país”. En el cuestionario que circuló dos meses antes de las elecciones presidenciales de 1964 figuraban preguntas como la siguiente: “En su opinión ¿por qué el presidente Joáo Goulart fue relevado de sus funciones? a] porque había ¡do demasiado lejos en sus medidas de nacionalización de las riquezas naturales del país; b] porque no respetó los principios constitucionales y tradicionales de la nación; c] porque se identificó con los partidos políticos de izquierda, muy particularmente con el partido comunista.”
Durante los tres años de la Unidad Popular, bajo el manto de la defensa de la “democracia” que les permitía existir, los anuncios publicitarios se convirtieron en llamados a la sedición. El advertising se metamorfoseó literalmente en subvertising y preparó a “la opinión pública”, “la mayoría silenciosa” que, respondiendo a esos llamados no vaciló en salir a las calles a exigir a los militares que pusieran fin al “caos” marxista. La agencia norteamericana Mc Cann Erickson y su división de investigaciones Marplan tuvieron en esa operación un papel decisivo: sus sondeos y sus campañas publicitarias debían intentar detener la política de nacionalización de las empresas. Por otra parte, la extrema derecha brasileña, que sirvió de posta y estafeta a la CIA, confesó a posteriori que sus expertos habían ayudado a la derecha chilena no solamente a armar y a entrenar milicias anticomunistas sino también a fundar oficinas de análisis de opinión y de propaganda para secundar las manifestaciones de mujeres, las huelgas de las patronales y el movimiento de “masas” de la burguesía.
Después del 11 de septiembre de 1973, esas mismas agencias de publicidad y de mercadeo han provisto a la dictadura militar de consejos y consejeros en materia de represión y de guerra psicopolítica. Los expertos de la Mc Cann Erickson, en estrecha colaboración con los de la usis, encuentran para Pinochet los mejores métodos para “derrotar al marxismo en la conciencia de los chilenos” y fabricar un consenso elemental sobre esta “democracia moderna y orgánica” de olores franquistas que quieren imponer. Entre noviembre de 1973 y febrero de 1974, a pesar de una situación económica que rayaba en la catástrofe, los gastos publicitarios de Chile se multiplicaron por siete. La Gallup volvió a aparecer. A pedido de los servicios de propaganda de la Junta, inquietos por lo que describen como las “campañas del comunismo internacional”, la Gallup realizó en 1975 un sondeo de opinión entre “2 000 personas de diferentes niveles sociales, según las normas técnicas habituales”. El 59% calificaría como bueno al régimen, y el 79% aprobaría su carácter autoritario. De ese modo, esa técnica que, según Gallup, representa uno de los instrumentos más perfectos de la democracia moderna, viene a conciliarse con regímenes que niegan la más elemental libertad de opinión.
El papel de encubridoras de las operaciones de inteligencia del imperio que están llamadas a desempeñar ciertas agencias de publicidad de Estados Unidos en el exterior fue verificado nuevamente en enero de 1975, como resultado de la encuesta que llevó a cabo el Senado norteamericano sobre las actividades de la cía. Allí se estableció claramente, por ejemplo, que la agencia de publicidad y de mercadeo, Robert Mullen Co., de Washington, había servido de tapadera al organismo de espionaje norteamericano en Europa, en Extremo Oriente y en México. Se reveló entonces que esta agencia, de tamaño reducido, ocultaba otra con la que estaba íntimamente ligada: la J. Walter Thompson. Último indicio de una circularidad perfecta —Estado-Industria-Publicidad—, cuando en enero de 1974 la Robert Mullen Co. cierra sus puertas, el antiguo presidente de esa compañía fue nombrado director de la Summa Corp., esa propiedad de la Hughes Aircraft que, un año después, era acusada ante los mismos senadores, de haber cumplido misiones en alta mar por cuenta de la cía. En julio de 1975, el director de la filial francesa de la J. Walter Thompson fue obligado a desmentir —de manera poco convincente— la información aparecida en un diario inglés según la cual la CIA había utilizado dos funcionarios de esa filial para tareas de inteligencia, en Francia y en Europa en general.
Excepto esta última manifestación, los casos de intromisión explícitamente política de las agencias de publicidad norteamericanas y de otras sociedades de servicios alimentan menos el escándalo público en los países de Europa. En esos países donde el enfrentamiento de clases es más larvado, la ingerencia norteamericana es una realidad, pero mucho más mediatizada, en particular gracias al papel que desempeñan interpósitas personas. Los modelos tecnocráticos made in USA penetran entre tanto las referencias de las burguesías locales a medida que los sistemas de alianzas de estas últimas sellan la formación de un campo atlantista. La administración de empresas y el análisis de mercado —articulándose bien sobre los elementos más permeables de la llamada cultura nacional— preparan un terreno favorable y constituyen formas de apertura hacia el “cambio” que pueden no solamente tolerar sino desear los políticos de la burguesía. En efecto, la ideología de la “modernización” que habita en los tecnócratas no puede prescindir de la gerencia que de ahora en adelante se propone resolver tanto los conflictos sociales que deben enfrentar los patrones, como aquellos que afrontan sus representantes políticos... “Responder a la ideología de los sindicatos mediante argumentos materiales es completamente insuficiente. Lo que hay que proponer es una ideología y una filosofía que, estamos obligados a reconocerlo, hoy brilla por su ausencia [...] Se trata de definir ‘el hombre nuevo’ que la gran empresa moderna necesita: aquel que sabrá proponer instrumentos de pilotaje que la preservarán de los escollos de las condiciones límites... Ese pensamiento, precisamente, a través y más allá de las técnicas es el que se debe inculcar a los futuros creadores y utilizadores de los instrumentos de gerencia.” Ese fue el propósito sostenido por la revista francesa Le Management que en ese momento todavía era copropiedad de la editora multinacional Mc Graw Hill y de Servan Schreiber.
La última campaña presidencial, en Francia, es muy sintomática de la seducción que ejerce en la clase política esos modelos de modernización atlantista. La manera misma en que el equipo del futuro jefe de Estado concibió la contienda electoral refleja el nuevo sistema de alianzas llevado al poder. Para organizar esa campaña se apeló a la empresa que había preparado las elecciones de Kennedy y de Johnson, la Joseph Napolitan Associated de Springfield, Massachusetts, una empresa de publicitarios políticos profesionales, que tiene una oficina internacional en Londres. Giscard d’Estaing, por otro lado, no era más que el segundo cliente extranjero después del candidato a la presidencia de Venezuela, Carlos Andrés Pérez, elegido en 1973. Durante esa campaña que consagró al mercadeo y a los sondeos como instrumentos “democráticos”, un modelo de estímulo —uno de esos juegos que imitan un proceso real para prever la salida, que fueron utilizados sistemáticamente por primera vez por Kennedy para su elección a la presidencia— fue organizado por la filial francesa de una empresa norteamericana, el Centro de Industrialización y de Marketing (CIM). Según la revista, Le Management, que se encargó de hacer llegar a sus suscriptores una circular con los resultados de ese trabajo informático una semana antes de la segunda vuelta, se trataba “del mismo modelo que utilizó CIM en Estados Unidos para varias elecciones primarias [...] Su objeto es medir la eficacia de varios temas o ejes de campaña en términos de votos... Permite también evaluar la probabilidad de los resultados con un margen de error que nunca sobrepasó del 2 al 3%. Sin duda esa precisión es casi igual a la que se le da crédito comúnmente en las encuestas de opinión, pero es importante señalar que la precisión aquí se obtiene no a partir de declaraciones de intenciones de voto, sino estimulando los procesos por los que pasa la decisión de los electores. El modelo es a la vez explicativo, analítico y estratégico”. A juzgar por la multiplicación de los sondeos en el curso del último año de gobierno, los consejos de los “tecnócratas de la nueva política” como se les llama en Estados Unidos, han sido escuchados.
Un último hecho. El Instituto Francés de Opinión Pública (IFOP), miembro de la red internacional de la Gallup, cumple la tarea de informar al gobierno de Estados Unidos sobre el comportamiento de los franceses respecto a la nación norteamericana. En 1972 la Comisión Exterior del Senado de los Estados Unidos publicó después de una encuesta, la lista de las empresas que periódicamente realizan estudios de opinión por encargo de la USIS. En Francia, según esta lista, son la IFOP y la cofremca, agencia de la red norteamericana inra (International Research Associates), las que establecen esa red y realizan encuestas sobre la actitud de los diversos sectores sociales en Francia respecto a la política espacial de Estados Unidos, la situación de las inversiones extranjeras, la política exterior, etc. En Italia, esas encuestas son realizadas por la agencia milanesa de la Gallup, la agencia Doxa, y en Alemania, por la Marplan, división de la Mc Cann Erickson. En todos los países del mundo en que está instalada, la Gallup es corresponsal y confidente de la usis. Por otro lado, no podría ser de otro modo ya que Georges Gallup es uno de los cinco miembros de vigilancia de la usis. Entre sus colegas en el mismo consejo figuran el director del Readefs Digest, Hobart Lewis y el ex presidente de la cadena de televisión CBS (Columbia Broadcasting System), actualmente presidente de la empresa de investigaciones comerciales Simmons. En Francia, la Mc Cann Erickson posee también una filial cuyo administrador es nada menos que el hermano del Presidente, Olivier Giscard d’Estaing. En el consejo de administración de la cofremca coexisten dos representantes del grupo Hachette y dos del Crédit Lyonnais.
Esos simples hechos que ahora tenemos que reubicar en un contexto más amplio nos indican una realidad nueva: las empresas de publicidad, de mercadeo y otras “sociedades de servicio” se han puesto a la par de las multinacionales. Están a punto de convertirse en sus apéndices ideológicos y, por añadidura, en sus ministerios del interior y del exterior que, a su vez, no son sino los ministerios del Estado imperial. Nuestro próximo objetivo será descubrir las modalidades de esta mutación y apreciar el cambio que entraña en las estrategias que adoptan el imperio y sus aliados en el campo ideológico, para contrarrestar el avance de los movimientos populares.